El 4º Poder en Red

Medialab-Prado. Un espacio-red que genera nuevas redes

Raúl Magallón
Profesor en el Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid.

Que los espacios generan procesos de significación es algo que todos comprendemos y compartimos. Experimentamos distintas sensaciones frente a lugares que habitamos en el pasado y a los que volvemos transcurrido un cierto tiempo: la casa en la que vivimos en nuestra infancia, el colegio en el que descubrimos los primeros "engaños" de los adultos, la facultad en la que construimos parte de los sueños que vivimos después, etc.

En los últimos días están apareciendo crecientes informaciones que vinculan el espacio de la Serrería Belga de Madrid -situada en la Plaza de las Letras, entre el Paseo del Prado y Atocha-, a un futuro acuerdo entre Telefónica y el Ayuntamiento de Madrid.

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El edificio, rehabilitado y reinaugurado hace sólo un año, es la sede de  MediaLab-Prado: "un programa del Área de Las Artes, Deportes y Turismo del Ayuntamiento de Madrid. Se concibe como un laboratorio ciudadano de producción, investigación y difusión de proyectos culturales que explora las formas de experimentación y aprendizaje colaborativo que han surgido de las redes digitales".

La singularidad de Medialab-Prado es que en un tiempo de promesas ha cumplido sus objetivos. Principalmente, ser "un espacio permanente de información, escucha y encuentro atendido por mediadores culturales que explican la naturaleza del espacio y ponen en contacto a personas con personas, a personas con proyectos, a proyectos con proyectos".

Como señala el manifiesto de apoyo que están redactando los propios usuarios de su comunidad, "MediaLab-Prado  se ha inspirado en las nuevas prácticas colaborativas que surgen de la  redes digitales, y ha sabido dar respuesta a dos de los grandes retos de nuestro tiempo: uno, acortar la distancia entre las personas y las  instituciones, creando un estilo de cercana organización de la  que sus usuarios se sienten parte; dos, conectar e integrar distintos ámbitos y practicantes del conocimiento, desde el artístico al  tecnológico, y desde el académico al amateur". Y gracias a ello, se ha convertido en un referente a nivel internacional.

El programa - cuyo origen se remonta al año 2000 en el Centro Cultural Conde Duque y que ha pasado por distintos emplazamientos, con los inconvenientes que eso genera tanto para los proyectos como para la propia comunidad- ha encontrado en el espacio de la Serrería Belga un lugar de intercambio, abierto y capaz de superar la vieja dialéctica entre lo local y lo global, entre lo público y lo privado, y permitir ser concebido como origen de "relaciones sociales" que ya no sólo comparten un espacio concreto sino que se desarrollan en el tiempo.  Posibilitando, además, otras nuevas redes.

Marc Augé acuñará la expresión «no lugares» para referirse tanto "a las instalaciones necesarias para la circulación acelerada de personas y bienes (vías rápidas, empalmes de rutas, aeropuertos) como los medios de transporte mismos o los grandes centros comerciales, o también los campos de tránsito prolongado donde se estacionan los refugiados del planeta".

Si Medialab-Prado se ha convertido en una comunidad de referencia internacional es precisamente por su capacidad para convertirse en un espacio de intercambio simbólico donde la cultura del espacio, que en palabras de Wilhelm Schmidt, está "determinada por una serie de relaciones firmes, maduras, y por comunidades perfectamente engranadas que sustentan a los individuos desde la cuna hasta la tumba (...). En esta cultura las costumbres adquieren una extraordinaria fuerza y terminan convirtiéndose en un fin en sí mismas"  coexiste de forma natural y creadora con una cultura del tiempo en la que "en lugar de constancia tenemos una incesante transformación".

Si el mapa no es territorio, no podemos dejar de pensar en el viejo aforismo de Marshall McLuhan y entender Medialab-Prado como una «aldea global».

Su permanencia y crecimiento en la ubicación actual no debe ser entendida sólo como una cuestión de diálogo y transparencia sino también como una apuesta por generar nuevas formas de significación y sentido.

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