El 4º Poder en Red

El 15M, al otro lado del espejo

Víctor Sampedro
Director del Máster en Comunicación, Cultura y Ciudadanía Digitales

"En el espejo del poder se refleja un nuevo personaje, aunque sea de perfil y resulte a veces impreciso." Eso escribí hace un año en el segundo aniversario del 15M. Y acababa el artículo: "Cada vez que repiten que el 15M se ha desinflado se retratan como padres y madres de la patria caducos. Y las pantallas de plasma desde las que hablan son el espejo de la bruja de Blancanieves [encubre la vejez del que manda].  El trípode que siempre sostuvo ese espejo han sido los medios, los sondeos y las urnas. El espejo de la Bruja se resquebraja. Y como Alicia, el 15M nos habla ya desde el otro lado del espejo."

El espejo había hecho crac, cantaba Nacho Vegas. Un año más tarde, el 15M ha pasado al otro lado. Mudó de espectador a protagonista del panorama político. Como si cada año de su vida hubiese sido una década, ha evolucionado tan rápido que no se le reconoce. No lo ven quienes aún le buscan haciendo camping en las plazas o molinetes en las asambleas al sol. Quieren ratificar que el 15M siempre fue una revolución de boyscouts y puro aire, humo que se llevaría el viento. No entienden que antes de su primer cumpleaños cobró uso de razón. Aún imberbe, como si tuviese diez, se plantó frente a políticos y banqueros. Se reivindicó como ciudadanía de alta intensidad, exigió pleno derecho a opinar y participar. Como lo hace alguien ya crecidito: sin permiso.

En su segundo año de existencia, los indignados intervinieron allí donde corresponde cuando se cumplen veinte años: los derechos sociales y laborales. Las mareas desbordaron el sindicalismo oficial, mientras las encuestas anunciaban el fin del bipartidismo del Régimen del 78. El 15M había creado un nuevo espacio público, a la vez de contestación y de consenso. Según todas las encuestas (CIS, Metroscopia...), 2 de cada 3 o 3 de cada 4 de españoles apoyaban sus demandas y/o estrategia. Lo hacían con una transversalidad imprevista, sin apenas diferencias de edad, sexo, situación laboral y tamaño de población. Una clara mayoría respaldaba el rodeo al Congreso y los escraches de la PAH; con una intensidad y persistencia desconocidas en otros movimientos de indignados[1]. Ahora se expresan en el voto indeciso y a los nuevos partidos que se presentan a las elecciones europeas.

El 15M, en su tercer año de vida, no será el personaje central del retrato del poder que surgirá tras el 25 de mayo. Pero está presente en los medios y los sondeos. Y lo estará las urnas. Quienes hace tres años le acusaban de antipolítico, de echar por la borda la democracia que nos habían regalado, ya no se atreven a esgrimir el pseudoargumento la democracia regalada. Le(s) hemos visto los dientes.

Ha habido un millón, cientos de miles de actos y gestos, individuales y colectivos, que se han transformado en gestas democráticas. Se han extendido adquiriendo tintes de impugnación al duopolio electoral. La desobediencia civil no violenta al aparato político, policial y judicial convirtió a la PAH y a las mareas en iconos del 15M. Y lo revelan, ante todo, como un espacio generativo de nuevas herramientas de protesta e intervención. Convierten a los afectados por la crisis en sujetos políticos autónomos: interpelan a las instituciones con sus reglas, al tiempo que las cuestionan y proponen otras nuevas.

Al 15M, aún neonato, le pedían propuestas, en lugar de protestas. Las hizo. Y el Parlamento devaluó la ILP sobre vivienda hasta revertir sus objetivos en contra de sus promotores. La PAH hizo de la okupación una vía para crear vivienda social. La desalojaron a palos y multas. No le había salido la dentadura al 15M y también le pedían que concurriese a las elecciones. Ahora que lo hace con partidos propios, capaces morder el pastel electoral, los invisibilizan. Las proyecciones de voto, precocinadas, huelen a podrido. No ocultan el hedor del antiguo Régimen: el rotundo suspenso de sus líderes y aparatos. Cuestionen las encuestas que publican o, mejor dicho, publicitan los medios del pasado, aún hegemónicos. Compárenlas con las de otros, que se sienten parte y voz del 15M.

De la acampada a la campaña electoral 

En tres años - insisto, parecieran treinta - la multitud acampada en las plazas hace campaña. O al menos eso percibo en las clases. Aquel "No les votes" - contra la Ley Sinde - tiene un significado más rotundo: generacional. Un joven estudiante proponía hace meses realizar carteles conjuntos para los nuevos partidos del 15M: "Papás, abuelos, hacedlo por mí. No les votéis". No hacía falta, según él, añadir más. Todo el mundo entendería quién representa el pasado. Quien les ofrece trabajo basura o exilio económico. Hipotecas o desahucios. Silencio o multa. Zanahorias podridas o palos uniformados, en la calle y en la Red.

Dado el primer paso (descartar el pasado como futuro intolerable), otros compañeros planteaban, en positivo, "echar a suerte el voto". Si en 2011 "no sabíamos nada" de partidos, ahora dudaban entre apoyar a cuatro o cinco formaciones. Ya que no han sido capaces de presentarse unidas, proponían que decidiese el azar entre las más afines. Nótese que los alumnos plantean soluciones antes impensables. Primero, colaborar con una red de nuevos partidos, sin distingos, para acabar con lo que perciben como la red clientelar del PPSOE. Segundo, la elección por azar, la decisión más democrática: dar idénticas oportunidades a quienes se considera igualmente capaces de representarnos.

No tenían demasiadas dudas para identificarlos. Las candidaturas del quincemayismo han aplicado - algunas muy a fondo - la democracia directa y digital. Han desarrollado primarias para elegir sus listas electorales, movilizando recursos y participantes que suponen un hito en comparación con nuestro entorno. El Partido X aplicó la tecnopolítica más avanzada, sin parangón. Ningún partido pirata o el de Beppe Grillo ha elaborado desde abajo su programa y, sobre todo, partiendo de cero. Debe ser la primera formación que presenta a las elecciones de la UE un candidato extranjero. Su cabeza de lista es un hacker extranjero que casi mete en la cárcel a Botín. Representaría el segmento votante del 15M más empoderado en la Red: pragmáticos y sin fronteras. Su contraparte más ideológica y socializada en la izquierda, Podemos, recogió el legado del altermundismo latinoamericano, a cuyos gobiernos asesoraron varios de sus líderes. Organizaron círculos de apoyo con el modelo de las movilizaciones ciudadanas que eligieron a gobernantes populistas (de Chávez a Lula, pasando por Evo, Correa y los Kirchner). En pocos meses la formación de Pablo Iglesias aparece en las previsiones de escaños. Propone cambios estructurales, compatibles con procesos electorales y de movilización cívica. Recurre al populismo como ingrediente de una cultura política capaz de desplazar el (no menos populista) individualismo posesivo del capitalismo.

Equo e IU también aparecían renovados ante el alumnado. Consideraban votarles en sus plataformas con otros partidos: respectivamente, Primavera Europea e Izquierda Plural. Por haberse implicado en las resistencias y movilizaciones sociales. Por aplicar mecanismos (si bien desiguales) de participación y transparencia interna. Estas eran las cuatro opciones que manejaban los alumnos de Madrid. Compañeros de Galiza, Euskadi y Catalunya quizás habrían incluido Los Pueblos Deciden (BNG-Bildu). Cinco opciones para echar a suertes. Solo quedaba una cara del dado sin siglas. ¿Un comodín? Eso es. Otra sigla nueva, pero un remedo de las que se pedía que no votasen los padres y abuelos. No: mejor echar de nuevo el dado. Hasta que salga cualquiera de las que, en la próxima elección, debieran presentar candidaturas y carteles conjuntos.

Nada de esto resta un ápice de valor al quincemayismo que no reconoce el juego partidario ni la representación parlamentaria como manifestaciones de una mayoría de edad política. Sus portavoces y activistas más cabales, partidarios de abstenerse o votar nulo, merecen la más alta estima y agradecimiento. Su coherencia y entrega son encomiables. Entiéndaseles bien. Propugnan la abstención activa, precedida y seguida de compromiso y militancia. No anularán solo las papeletas (tachando, por ejemplo, los nombres de los corruptos), sino la existencia de un poder sin contrapoder.

Votar u ocupar un escaño no hace a nadie mejor ni peor sujeto político. Tampoco al 15M. Sumar años tampoco. Pero la edad conlleva cierto cansancio y el deseo de materializar algún cambio, sin fiarlo a un futuro que se sabe cada vez más corto. No es cobardía, sino pragmatismo. Esto no lo sostienen los estudiantes de 20 años, sino muchos yayoflautas. Pregúntenles si van a votar o no. ¡Hubiera sido tan oportuno que alguna candidatura del 15M los hubiese incluido! Todo se andará. Recuerden, vamos lejos. El tiempo juega a favor. Sigue minando lo caduco, traerá nuevas movilizaciones y elecciones.

 

[1] V. Sampedro y J. Lobera (en imprenta) "The Spanish 15-M Movement: A consensual dissent?", Journal of Spanish Cultural Studies.

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