El 4º Poder en Red

Juego de Tronos y Pablo Iglesias: Busquemos otras ficciones

Sara Martín Alegre
Profesora de Literatura Inglesa y Estudios Culturales de la Universidad Autónoma de Barcelona

Dominique Moisi, del Institut d’Études Politiques de París, publicó hace poco el artículo "Why We Need Game of Thrones"[1]en la web Project Syndicate. Su argumento es sencillo: la serie inspirada en las novelas de George R.R. Martin, lo mismo que los seriales decimonónicos de Dickens y Balzac, es un espejo en el que se reconoce la sociedad. Hay otros espejos. Downton Abbey refleja la necesidad de hallar orden en un mundo caótico (¿o quizás la fantasía de ocupar el puesto de las clases altas?). House of Cards retrata, dice Moisi, nuestra desilusión con la política como foco atrayente de lo peor en el ser humano. En España, añado, hay que prestar atención al fuerte impacto en las redes de El Ministerio del Tiempo para entender cuánto preocupa la imposibilidad de cambiar nuestra historia.

Según Moisi, millones de espectadores siguen Juego de Tronos porque su brutal violencia física y psíquica nos parece realista, pese al contexto pseudo-medieval del melodramón de Martin. Los especialistas debaten si esta extrema violencia ficticia puede generar violencia real, o si, de hecho, debe leerse como signo del fracaso al que toda lucha por el poder está abocada. En su crudo retrato de la mafia en Gomorra se preguntaba Roberto Saviano, en vista de los cortos reinados de los capos, qué impulso les llevaba a intentar hacerse con el poder aún sabiendo que pronto morirían. La respuesta era que estos hombres preferirían gozar del poder absoluto ni que fuera brevemente. Algo así les ocurre a los personajes de Juego de Tronos, donde monarquía y mafia son casi indistinguibles. No sé si la intención de Pablo Iglesias al regalarle recientemente el pack de DVDs al Rey Felipe VI era subrayar el parecido.

Iglesias coordinó el volumen colectivo Ganar o Morir: Lecciones Políticas en Juego de Tronos (2014), que recoge artículos sobre la serie escritos por otros miembros de Podemos (quienes, aunque académicos, no son especialistas en series de TV como otros a los que Iglesias podía haber acudido, por ejemplo Conchi Cascajosa o el grupo de investigación de la UIB, RIRCA). Hay declaraciones diversas de Iglesias mostrando su especial admiración por la Khaleesi Daenerys, posiblemente el personaje más peligroso de Juego de Tronos porque, siendo tan patriarcal y feudal como el resto, da la impresión de no serlo: por ser mujer (muy hermosa), por su alianza con unos atractivos dragones, y porque parece ser mucho más democrática que el resto de aspirantes al Trono de Hierro–sin que por esto cuestione en absoluto el sistema político. Simplemente, Daenerys juega bien sus cartas y hasta apostaría por ella como la gran superviviente de la masacre continua a la que Martin somete a sus personajes.

La pasión desatada por las ficciones pseudo-feudales me da profundo pavor. Sobre todo, cuando descubro entre mis estudiantes chicas el mismo fervor que Iglesias siente por Daenerys. El poder que tienen las mujeres en Juego de Tronos es ínfimo; ellas son constante objeto de mercadeo patriarcal, y malviven en los márgenes que les dejan los hombres, tanto la ambiciosa Cersei Lannister como la rebelde Arya Stark. Lo mismo Daenerys. A los hombres tampoco les favorece el patriarcado: así pues, el único héroe honesto de Martin, Ned Stark, es despachado sin compasión casi al principio del relato. Quizás los espectadores y Pablo Iglesias piensan que así es nuestro mundo: una lucha constante por el poder, sin sitio ni para héroes ni para villanos ya que nadie tiene garantizada la supervivencia. Pensando en Rodrigo Rato, quizás algo de razón lleva este argumento. En todo caso, Juego de Tronos no ofrece modelo alguno para cambiar esta dinámica y por ello es preocupante que Iglesias apoye la serie en lugar de denunciarla.

¿Cuál es la alternativa? Mirar al futuro. Leer, por ejemplo, la magnífica trilogía sobre la colonización de Marte que escribió Kim Stanley Robinson en los 1990s: Marte Rojo, Marte Verde, Marte Azul. En esta densa y larguísima historia, hombres y mujeres trabajan juntos y debaten juntos cómo evitar en Marte los errores cometidos a lo largo de la construcción de la civilización terrestre. No, no hay adaptación prevista–y es que otra señal inequívoca de quiénes somos es qué ficciones son más visibles entre nosotros. Quien escogió escribir y producir Juego de Tronos no tiene intención de acabar con el pernicioso patriarcado, y menos en su vertiente política, sino de hacernos creer que así funciona el mundo. Pablo Iglesias: tú que quieres cambiarlo, toma buena nota.

[1] 16 de Abril, http://www.project-syndicate.org/commentary/why-we-need-game-of-thrones-by-dominique-moisi-2015-04

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