El 4º Poder en Red

Ni pública, ni privada: ¿La información como un 'bien común'?

Carlos del Castillo
Periodista integrante de la Comunidad del Máster en Comunicación, Cultura y Ciudadanía Digitales

Elinor Ostrom (California, EEUU, 1933 - Indiana, EEUU, 2012) fue la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Economía. Lo hizo en 2009 y continúa siendo la única mujer que lo ha logrado. Pero su victoria ante la barrera de género no fue la única particularidad del galardón Ostrom: En un campo tradicionalmente asociado a la competitividad, la búsqueda de posiciones ventajosas y el afán de encontrar nuevos recursos, la americana propuso reglas para que los diferentes actores con intereses en un bien escaso lo compartieran, fijando como meta el beneficio global de una determinada comunidad.

Ostrom dedicó gran parte de su carrera a rebatir la tragedia de los comunes. Bajo este nombre se conoce el fenómeno por el cual, si un bien preciado se deja a la gestión colectiva, terminará irremediablemente siendo víctima del individualismo. El ejemplo que utilizó Garrett Hardin, autor de la definición en un artículo de 1968 en la revista Science, fue el de un pasto comunal, donde cada granjero de los alrededores podía llevar a sus reses. Mediante una utilización responsable, todos los granjeros podían aprovechar los beneficios del pasto, repartiéndose los gastos y riesgos. Sin embargo, Hardin expuso que la tendencia inevitable era que cada granjero velara por sus intereses personales y llevara más ganado a pastar, puesto que el coste de la hierba se repartía entre todos los granjeros mientras que los beneficios se disfrutarían en solitario. Hardin argumentó que el individualismo siempre termina imponiéndose y la gestión comunal acaba en tragedia, con el recurso que administra destruido por la sobreexplotación o privatizado.

Ostrom, politóloga, recopiló ejemplos y experiencias que contradecían este supuesto. Los encontró –de hecho, estaban por todo el mundo– y enumeró una serie de principios a seguir para el gobierno de los comunes o procomún. Su reconocimiento por parte de la Academia Sueca premiaba también la gestión comunal de la Amazonía entre Indios y gobiernos latinoamericanos, la proliferación de huertos urbanos y bancos de semillas, el copyleft, el software libre y tantas otras iniciativas que ya en 2009 florecían por doquier aplicando las reglas de gobernanza de los bienes comunes que ella adelantó.

 

            Principios para el Gobierno de los comunes de Ostrom

  1. Definición clara de las fronteras/límites de la comunidad
  2. Reglas de la comunidad (derechos/deberes) claros y coherentes
  3. Participación de todos los usuarios en la toma de decisiones
  4. Desarrollo de un sistema, a cargo de los miembros de la comunidad, para supervisar las actuaciones de todos los usuarios.
  5. Establecer un sistema sanciones graduales.
  6. Crear mecanismos para la resolución de conflictos baratos y de fácil acceso
  7. Reconocimiento de la autonomía de la comunidad por parte de las autoridades externas
  8. Construcción de la responsabilidad de gobernar el recurso común desde el nivel más bajo de la comunidad hasta la totalidad del sistema interconectado.

 

Entre dichas experiencias, quizá sea esta última iniciativa, la del copyleft y el software libre, una de las que más reflexiones ha producido. Profundiza en la idea del conocimiento libre y la libre dispersión de ideas como base del desarrollo social e, incluso, económico. Internet, como espacio sin barreras para la creación, transmisión y compartición de información, es su medio natural. Al abrigo de la concepción del conocimiento como un recurso común – ni público, ni privado–, éste fluye de un lado a otro del planeta, permitiendo interacciones entre actores inimaginables hace tan solo unos años y proporcionando un acceso a él más libre y democrático. No en vano, ¿se puede dejar la gestión de la cultura en manos privadas? ¿Puede encargarse al Estado la administración de la tradición oral o escrita de una sociedad?

procomun

Sin embargo, en la era de la información auspiciada por Internet, una de los principales métodos de transmisión de conocimiento, el periodismo, está en crisis. De 2008 a 2014 se cerraron en España 284 medios y se perdieron 11.875 empleos de periodista. El paro de la profesión aumentó un 132% en este período. En la era en la que la humanidad crea, comparte y consume más información que nunca, los periodistas se quejan de una gran precariedad laboral y de la falta de independencia política y económica de los medios de comunicación.

Los medios públicos están siempre bajo sospecha de ser transmisores de publicidad institucional en temas capitales para la opinión pública. La gestión privada no ha logrado desarrollar un modelo de negocio sostenible que satisfaga a su vez el derecho fundamental de los ciudadanos a recibir una información libre y veraz. El riesgo más común en este caso es que los mensajes de la esfera pública puedan ser manipulados para que se adecúen lo más posible a los intereses personales de sus dueños en determinados temas clave. La masificación del infoentretenimiento, la tiranía de la exclusiva o las reticencias a mencionar información de "la competencia" son otras de las lógicas profesionales que han provocado la progresiva pérdida de confianza de los ciudadanos en la labor periodística.

Puede que para los medios de comunicación, el primer paso para recuperar la confianza de su público sea equiparar la concepción de su producto a la que, de facto, tiene la sociedad. La ciudadanía consume el periodismo como un bien común. Comparte sin límites, otorgando más valor a la información que a la cabecera. Viraliza noticias que entiende que traerán un beneficio en la comunidad. Denuncia los posibles casos de manipulación o tratamiento deficiente e increpa directamente a los responsables de ello cuando está en su mano. Este proceso no acepta las regulaciones del copyright, puesto que la materia prima que utilizan los medios, la actividad de la propia sociedad, es un bien común que impone la colaboración por encima del individualismo y el consumo, tal y como explicó Ostrom.

¿Cómo transformar la gestión de una de las industrias más poderosas del planeta, que mueve ingentes cantidades de dinero a través de gigantescos consorcios de medios? No será fácil. Pero no estamos tan lejos. Las primeras experiencias con este tipo de organización que expuso la nobel norteamericana ya han comenzado. Se trata de los buzones de filtraciones ciudadanas, con el Buzón X o Fíltrala como ejemplos pioneros en España.

En ellos, pequeñas comunidades de periodistas y activistas con fronteras definidas gestionan como un bien común dichas filtraciones. Comparten los riesgos derivados de su publicación. Los periodistas, en igualdad de condiciones, eliminan el miedo a perder la exclusiva. Además, su integración en una comunidad de reveladores de información ajena a su medio les facilita que las autoridades externas a la comunidad respeten sus reglas internas, otro de los principios que señala Ostrom para gobernar un bien común.

La teoría clásica encumbró al periodismo como cuarto poder, con la misión de vigilar al resto de poderes. La lógica mercantilista y los intereses personales torpedearon esta misión. Con los buzones de filtraciones, se abre un nuevo camino para que el periodismo vuelva a sus orígenes.

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