El mercado de los votos

Pedro Sánchez se queda sin campaña

Salvador Giménez

Cuando dentro de unas horas el CIS publique su barómetro de octubre, con estimación de voto para el 20-D incluida, tendremos la sensación que esta encuesta se nos ha quedado vieja o, como mucho, desacompasada. El trabajo de campo del CIS nos remitirá a principios de octubre y lo esperable es que el PP venga primero, PSOE, segundo y Ciudadanos y Podemos, tercero y cuarto respectivamente. Un gap en el tiempo que deberíamos tener en cuenta por cuanto la demoscopia reciente (léase Metroscopia, TNS Demoscopia o DYM) nos anticipa un segundo puesto en votos, aunque no en escaños, para los de Rivera. En el Observatorio Continuo JM&A para Público, insistimos en esta aritmética nueva y queremos poner la atención, más allá de los números, en el cambio de rasante que supuso el 27-S.

Aquel día, el Partido Popular fracasó con su "o yo o el caos". Como era de esperar, los electores prefirieron el caos y nadie se asustó ante la broma de Albiol. Y nadie es nadie o, como mucho, menos de 1 de cada 10 catalanes. Esta estrategia del miedo no funcionó allí y tampoco aquí, o viceversa. Se agotó como el discurso del PSOE, que transitó de la España federal hasta llegar a la foto de Pedro Sánchez en La Moncloa para defender una España que, como mucho, define a Catalunya como una singularidad, tal como el viejo orden del 78. Da igual que Felipe González dijera en septiembre una cosa en Madrid y otra en Barcelona, porque al final Pedro Sánchez se hizo la foto con Rajoy para reunirse con lo viejo, con la España uninacional, y vino a decirnos que no le importaba regalarle a Rajoy –no sabemos si por incompetencia o por ir a rebufo– la oportunidad de superponer el eje catalán a la vieja contienda de izquierda y derecha, aunque con ello le fuera la campaña.

Con aquella foto, Rajoy apostó por convulsionar, con gravedad teatral, la campaña ante el llamado desafío catalán. Sin embargo, no cayó en el hecho de que Cataluña viene independizándose desde 2010, sin éxito, con un despliegue de política de máximos por parte de los dos bandos en contienda. No lo tuvo en cuenta y nos propuso, con aquel paseíllo, que él primero y los otros detrás de él, como si el elector medio estuviera alarmado por una situación que Rajoy no supo calcular ni entender. Intentó hacerle la envolvente al PSOE pero también a los antes llamados emergentes, para generar una situación de emergencia nacional. Pero esto nunca sucedió. O, sí se permite, sucedió sin éxito cuando Rivera e Iglesias fueron a La Moncloa y ese mismo día este mismo elector medio visualizó la nueva política conforme unos días antes lo hicieron con aquel debate en Salvados. El sistema no machacó a los emergentes; al contrario. Les ungió de la pátina presidenciable que les faltaba hasta entonces. Eso le pasó a Rivera, cuando Rajoy lo presentó como uno de los nuestros que viene a defender la unidad de España, desdiciéndose de cuando lo definió, en las andaluzas de marzo, como un "adán". El pasado viernes, Rivera dejó de ser una promesa para salir de La Moncloa representando a millones de personas, con solvencia, como factor de renovación.

Sánchez, entonces, se vio embutido entre Rajoy y Rivera, entre esa singularidad que niega a Catalunya ser nación y se queda en el 78. Su discurso se hizo viejo, dejó de transitar definitivamente y ahora ya no es el de la España federal, sino que permanece anclado en la Transición, en el posfranquismo, en el Duelo a Garrotazos de Goya, quedándose sin campaña y regalándosela a Podemos.

Iglesias, audaz, presentó aquel escenario como una gran coalición a tres, que defiende que no se vote, mientras él apuesta por que se vote, democráticamente, situándose en la calle del medio en Catalunya con su apuesta por el mayoritario derecho a decidir, ante el callejón sin salida del Parlament. Podemos ha recuperado así fuelle, como perfil higiénico de reemplazo a la clase política del PSOE, que empieza a ceder, transfiriendo más voto a Podemos de lo que esperaban.

La foto en La Moncloa institucionalizó, antes de votar, la contienda a cuatro, lo nuevo frente a lo viejo como eje principal de campaña, más que lo catalán y en parejo a la contienda izquierda y derecha. Solo un dato: si hoy los políticos enseñan sus declaraciones de renta es por la nueva política, por la demanda electoral que representan los nuevos, por una sociedad que está dispuesta a ejercer el control exigible a los políticos. Este dato, y no otro, explica que la izquierda contra la derecha, y viceversa, no lo explica todo y que el pasado viernes, con la convulsión catalana, certificó que lo nuevo puede pasar por encima de lo viejo. Tiempo al tiempo.

 

Más Noticias