El mercado de los votos

O gran coalición con Rajoy o España plurinacional con Sánchez

Salvador Giménez

El 30 de agosto de 2015, Carlos Enrique Bayo publicó que el PP ganaría las elecciones del 20-D aunque sólo podría gobernar con el apoyo del PSOE, porque no había otra aritmética posible, como finalmente sucedió. Entonces, esto de la gran coalición pasó desapercibido porque el mercado de los votos, en España, funciona así, con los políticos y sus periodistas de bando despreciando todo lo que no sea derecha e izquierda. Esto ha sido así desde la noche de los tiempos, o por lo menos desde la sacralizada transición, y sirve para explicar este negocio de los votos y sus pesebres, aunque sea a costa de todo, incluso de ridiculizar lo que en Alemania resuelve problemas, porque España es diferente y esto de la gran coalición, lejos de resolver cosas, hace estallar nuestras mentes.

Casi cinco meses después de aquella estimación, la más básica de todas, no hay mas cera que la que arde. O hay gran coalición con Rajoy o España plurinacional con Sánchez o nuevas elecciones para mayo y, por lo visto, parece que los que hasta hoy controlan este negocio prefieren elecciones, una segunda vuelta que sirva para resolver lo que la primera no ha resuelto o lo que los jefes de la vieja nos quieren hacer creer que no ha resuelto. Todo, antes que la gran coalición.

Y lo peor de todo es que sucederá como en Grecia. Primero, Tsipras ganó con holgura en enero de 2015. Luego, se refrendó antes de claudicar ante el diktat de la Troika. Y, finalmente, volvió a convocar elecciones para validarse en el cargo ante los irrenunciables designios de la política real de la UE. El 2015, para los griegos, fue un año eminentemente electoral pero, tras dos elecciones y un referéndum, todo siguió –todo sigue igual– con Tsipras como gestor de reemplazo de las políticas de convergencia de la UE. En otras palabras, mejor Tsipras que Samaras, porque hoy en Grecia se aborda y pone solución al problema de la corrupción y las generaciones más jóvenes participan de lo público.

Esto es lo que pasará, más o menos, en este otro país endeudado del sur de la UE que es España, cuando nuevamente se convoquen elecciones. Ganará quien menos pierda hasta la fecha. El PP –como en el 20-D– vendrá por delante, tal vez con unos cuantos diputados de más por las primas de la LOREG pero sin arrollar, porque no remontará en votos. Podemos debería de superar en votos al PSOE y entonces Sánchez sí que se irá a Portugal como Juan de Borbón lo hizo a Estoril. Ciudadanos, por su parte, debería de conservar su magnífico resultado, mucho más exuberante, por cierto, que el que nunca tuvo Suárez con el CDS (¿por qué, puestos a elegir, en C's no se reflejan en David Cameron y optan por Adolfo Suárez?). Rivera debería de sobrevivir con inteligencia y buenas dosis de nueva política a esta segunda vuelta para conservar lo conseguido, porque la aritmética PP+C’s es pasado perfecto y eso nunca volverá. Mientras tanto, la abstención repuntará, porque los ciudadanos se cansan de los políticos que no resuelven. Esto también pasó en Grecia.

Situémonos, pues, en junio del 2016. Habremos votado dos veces en medio año y tendremos, nuevamente, la misma aritmética o parecida. ¿Tendrán agallas, los actuales gestores de este negocio de los votos, de trasladarnos otra vez la disyuntiva de ‘o gran coalición o nuevas elecciones’? ¿O empezarán, de una vez por todas, a aceptar que este negocio de los votos ha cambiado y que lo único que resuelve es la gran coalición?

Esto de la gran coalición... si no es antes (diciembre del 2015), será después (mayo del 2016), como el sorpasso de Podemos al PSOE, que no fue el 20-D y será en el CIS de enero. Y si hacen falta dos elecciones, pues que se celebren, porque en España somos así de brutos y primarios. Pero entonces se evidenciará que los políticos de hoy, como los burócratas en la URSS ayer, se han convertido, definitivamente, en el verdadero problema de España.

Al fin y al cabo, los políticos catalanes no son tan distintos. Por no aceptar el mandato popular, hubieran preferido celebrar en medio año dos convocatorias electorales, resistiéndose hasta la bocina final a aceptar el principio de realidad. Sin embargo, han preferido quitarse sus pelucas y sus pomposos vestidos, desmaquillarse y quitarse sus pecas artificiales en la cara, para dejar de aparentar ser políticos franceses del siglo XVIII metidos en sus salones, con sus cosas y reflexiones circulares de políticos, para dar un paso adelante y resolver.

A todo esto, se me olvidaba que este callejón sin salida podría tener un arreglo mucho más sencillo. Aceptar que España es un estado plurinacional. Si lo acepta Pedro Sánchez será presidente con el apoyo de Podemos y los nacionalistas, también el de Mas y su refundado partido. Puede incluso que le interese integrar al PNV en la gobernabilidad de España, a cambio de aceptar que en España hay muchas maneras de ser español, no sólo la manera uninacional de PP, PSOE o Cs. Así Sánchez daría respuesta al mandato popular, el que está escrito en los resultados del 20-D. Podemos y los nacionalistas están en su sitio. ¿Lo estará Sánchez? ¿Se lo permitirán los suyos? ¿O preferirá nuevas elecciones y gran coalición?

 

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