El mercado de los votos

Defender a Zapatero es ponerse de espaldas al 15-M

Salvador Giménez

Al presidente en funciones del Congreso, Patxi López, le parece repugnante la supuesta manipulación que ha hecho Pablo Iglesias de la figura de José Luis Rodríguez Zapatero. El señor López nos viene a decir que siente aversión, desde el punto de vista intelectual, a lo que es una reivindicación legítima, pero un tremendo error, del candidato de Unidos Podemos. Debe pensar Pablo Iglesias que con este juego palaciego parte por la mitad al electorado del PSOE y hace un guiño a un elector que ya no existe en ese viejo partido. Eso es lo que nos explica la generalidad de los medios de comunicación. Pero es todo lo contrario, Iglesias se dispara al pie como antes lo hizo el propio López.

Retrocedamos a marzo del 2009, elecciones vascas, cuando Patxi López consiguió obtener el apoyo de Antonio Basagoiti para ser investido lehendakari. En el PSOE se las prometían felices. Gobiernos autonómicos en Galicia, Andalucía, Cataluña, Asturias, Extremadura, Castilla-La Mancha, Aragón e Islas Baleares. Gobierno de España y, por eso pacto ‘constitucionalista’, en el País Vasco. La guinda del pastel, que además se justificaba por la necesidad de enviar a la oposición a Juan José Ibarretxe y demostrar que los ‘constitucionalistas’ podían gobernar aquel territorio antes hostil. Pero nada más lejos de la realidad. Aquel día, con aquel pacto, el PSOE amplió su poder institucional pero empezó a perder una franja de electorado muy importante, los votantes nacionalistas del País Vasco, Cataluña y Galicia que, en las generales del 2008, votaron a Rodríguez Zapatero, haciendo un ejercicio de voto útil para frenar al PP. Aquel resultado de ZP no se podría explicar sin estos votos que, cuando vieron aquel pacto entre PSOE y PP, entendieron que se había acabado la broma y decidieron volver a su redil, la abstención o sus antiguos partidos nacionalistas.

No sucedió nada, porque la fuerza de aquel pacto fue tal que cualquier futura consecuencia no era atendida o simplemente se situaba en el terreno de la superstición. Y como en España hay una regla política que hasta que no sucede, la cosa no existe, el PSOE tiró hacia adelante como si nada, convencido de dominar los designios electorales como por mandato celestial. Vinieron las siguientes elecciones y ese votante nacionalista dejó de confiar su voto a ZP. Sin embargo, nadie les alertó sobre la consecuencia de aquel gesto en una parte de su electorado y esto tuvo sus consecuencias en el comportamiento electoral.

Al año siguiente, Zapatero aprobó los decretos de mayo del 2010 y provocó la desmovilización del electorado más joven del PSOE. Tras esto, vino la reforma exprés de la Constitución, artículo 135, pero antes el 15-M, la primera gran reflexión de lo público en el sur endeudado de la Unión Europea, liderada por esta generación más joven. En aquellas plazas, en la puerta del Sol por ejemplo, señalaron a Zapatero como el responsable de los aeropuertos sin aviones, la España del pelotazo y la reforma laboral. Nadie, en el 15-M, reivindicó la ley del matrimonio homosexual o la retirada de las tropas de Irak. Esto estaba descontado y el 15-M nos dijo, a Zapatero también, que los viejos políticos no les representaban. Miles de votantes jóvenes se marcharon a la abstención. Muchos de estos votantes aún no han regresado al sistema. Por supuesto, no fueron a votar en noviembre del 2011 pero tampoco en diciembre del 2015. Y, con toda posibilidad, decidan quedarse en casa esta vez también porque Pablo Iglesias, el que se hizo hueco a base de señalar a la casta, ha dicho que confía en Rodríguez Zapatero y que es el mejor presidente de la democracia.

Este gesto ha alimentado el debate periodístico, las tertulias. Muchos lo han atribuido a un gesto sagaz de Iglesias por dividir el electorado del PSOE. Pero nada más lejos de la realidad. Sucede como con el lehedakari López, que es todo lo contrario. Iglesias, con su reivindicación de Zapatero, pelea por un electorado socialista que está muy cómodo en el PSOE y que ya se cuida sólo, porque a este partido le queda el chasis, los más mayores, los militantes, los de toda la vida. ¿Se cree Iglesias que con esta audacia se va a llevar a capazos a unos votantes que ya no existen en el viejo PSOE, porque o bien ya están en Podemos o aún están en la abstención a la espera que una mejor oportunidad? Iglesias es el socialdemócrata del siglo XXI, nadie lo pone en duda, pero por reivindicar a un socialdemócrata del siglo XX puede haber puesto en riesgo su campaña dirigida a rescatar votantes de la abstención, muy críticos desde el 2010 con ZP y el PSOE.

Aunque luego Errejón intentara matizar la jugada, Iglesias consiguió que los opinadores hablaran de su intento de dividir al PSOE, cuando era lo contrario, el antianálisis. Él mismo se ha puesto de espaldas ante un electorado exigente que muy probablemente decida continuar en la abstención, porque mientras Iglesias no demuestre lo contrario, ZP fue el de los decretos de mayo y la reforma exprés de la CE. Así que mejor que Patxi López tampoco se ponga tan estupendo porque a él también le pasó lo mismo.

Más Noticias