El dedo en la llaga

Buenos días nos dé Dios

Es una metáfora de cómo va España a la altura de 2008.

En tiempos, Radio Nacional tenía dos espacios católicos fijos en su programación diaria. En los minutos anteriores a las 6 de la mañana, sacaba a un cura para que se echara un sermón de pretensiones amables, y a eso lo llamaba "Buenos días nos dé Dios"; luego, a las 12 en punto, nos metía el ángelus, oración dedicada al llamado misterio de la Encarnación: "... Y el ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra del Espíritu Santo", etc.

El esfuerzo secularizador de la democracia española ha logrado la hazaña de que la radio pública prescinda del ángelus del mediodía, pero no (¡después de 30 años!) que acabe con el "Buenos días nos dé Dios", con el que nos castiga todas las mañanas antes del amanecer.

Madrugador empedernido, me trago casi a diario los sermones vaticanos de la radio pública mientras espero el noticiario informativo con el que se supone que arranca la jornada. Y cuando no me toca tragarme un petardo de José María Gil Tamayo, que parece que es algo así como el secretario de propaganda de la Conferencia Episcopal, me someten al tercer grado de Juan Díaz Bernardo Navarro, fundador de la revista Padre Nuestro, de Toledo, que trata de convencer a la audiencia (o sea, a mí también) de que "el trato personal con Dios es fundamental". ¡El trato personal con Dios! ¡Y a las 6 de la mañana! ¡Un poco de caridad, por favor!

Pero me da igual de qué vaya la prédica. Aunque me echaran mítines a favor de la revolución socialista o de la emancipación del Tercer Mundo. No veo por qué esa confesión religiosa debe gozar de un espacio de propaganda diario en un medio de comunicación que sufragamos todos los contribuyentes, militemos en otras iglesias o en causas todavía más absurdas e improbables, como la defensa de los Derechos Humanos, cual es mi caso.

He escrito que no lo veo, pero es falso. Claro que sí lo veo. De hecho, es como todo lo demás. Ese espacio radiofónico diario es otra prueba más, entre cientos, de que en 1976 en España triunfó la reforma del régimen franquista, y no la neta ruptura con él.

Es todo lo mismo: retocan y mantienen.

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