El dedo en la llaga

Puertas al mar

En octubre de 1982, Alicante fue víctima de una gota fría. Pero qué gota fría: de las que hacen época. El diluvio universal, en sólo siete horas.

El estropicio fue enorme. Aunque no en la misma medida para todo el mundo. Las zonas pudientes sufrieron lo suyo, pero el modesto barrio de San Gabriel, edificado en la salida natural de la Rambla de las Ovejas, se llevó la peor parte.
Fui allí a hacer un reportaje. Me quedé anonadado. Recuerdo la frase de un testigo, que contaba cómo los muertos habían sido "arrastrados por las aguas y engullidos por las alcantarillas". Vi un camión incrustado en la fachada de una casa a la altura del segundo piso. Vi también las vías del tren, retorcidas por la fuerza incontenible del agua, dibujando ochos que apuntaban al cielo. Y vi la carretera de la costa, rota de cuajo, y los coches que iban precipitándose al agua a medida que llegaban al lugar de la quiebra.

¿Un desastre natural? Sí, pero, sobre todo, un desastre humano. Es un crimen edificar casas en una rambla. Las del Mediterráneo pueden estar secas durante decenios y decenios, pero cuando llueve de verdad se inundan con una violencia tremenda, en un abrir y cerrar de ojos, y el agua se lleva todo a su paso.

Y es otro crimen construir carreteras que actúan como diques, frenando la desembocadura de las aguas desatadas.
Dicen los expertos que la tragedia provocada por la última tromba de agua caída sobre Madrid, que produjo una muerte en Coslada y un sinfín de daños materiales, contó con la inestimable colaboración del Gobierno de la Comunidad, que ha construido carreteras radiales que actuaron como diques, y que no impidió que se edificaran barriadas cuyos constructores debían de pensar –si es que pensaban algo– que las aguas que entran por las alcantarillas no se atienen al principio de la fuerza gravitatoria y no tienen por qué bajar hasta los barrios construidos en hondonadas.

Pero Esperanza Aguirre volverá a ser elegida presidenta de la Comunidad de Madrid, para que siga privatizándolo todo y sirviendo a los intereses de los de siempre. ¿Quién dijo aquello de que los pueblos tienen los gobiernos
que se merecen?

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