El dedo en la llaga

¡Cámara, acción!

Si alguien quiere merecer atención y respeto aquí y ahora, lo mejor que puede hacer es procurar que todas sus eventuales desgracias queden grabadas en vídeo.

El factor vídeo se ha convertido en la clave.

En primer lugar, claro está, por lo que tiene de probatorio. Si te pasa algo, queda registrado. ¿Que un chulo racista te da de patadas en un tren catalán? Zas: la cinta magnetoscópica inmortaliza la bellaquería y el energúmeno es localizado a las pocas horas.

Pero eso no es lo más importante. Lo principal es que, si lo que te sucede queda grabado, puedes convertirte en protagonista de un espectáculo de televisión susceptible de emocionar a las grandes masas. En un producto de consumo emocional colectivo. Te entrevistan, te compadecen, te apoyan, se preocupan por lo tuyo. Ya no eres un desgraciado más, otro de tantos: eres "el de la tele". Has ascendido a otra categoría. Hasta es posible que haya estudiosos que analicen tu caso.

Hace pocos días, un chaval ecuatoriano estaba realizando encuestas a domicilio en un barrio de Alicante. Encuestas de ésas que encargan a las empresas demoscópicas y que se realizan mediante entrevistas puerta a puerta ("Hola, buenos días. Me llamo Fulano de Tal y trabajo para la empresa Cual. Ésta es mi acreditación", etc.). Bien, pues un energúmeno se le echó encima al grito de "¡estoy hasta los huevos de estos payoponis de la mierda!" y lo expulsó del edificio a bofetadas y empellones. Para su desgracia, ninguna cámara registró la agresión. La contempló un conocido mío, que me la ha contado, pero su testimonio no pintaría demasiado ni en YouTube ni en los telediarios. Así que como si nada. El asunto ha pasado desapercibido. Como tantos otros de los que se producen cada dos por tres.

Nada muy diferente a lo que sufrió Jaime F.R., un colombiano de 56 años vecino de Las Rozas (Madrid) al que unos chavales dieron en la madrugada del pasado día 6 una enorme paliza al grito de "¡viva España!", después de haberlo atropellado con su coche.

Tampoco hubo ninguna cámara que captara la escena. La contempló su mujer, sí, pero dónde va a parar.

Hoy en día, o te enfoca una cámara o no eres nadie.

Más Noticias