El detonador

Un Cohete contra un edificio de oficinas

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Escucha 'Mi corbata'
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Escucha 'Petri'
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Escucha 'El plan'

Fue una noche cualquiera, hará unos tres o cuatro años. La fecha se me ha olvidado, pero no su nombre: Cohete. Estaba en la sala Nasti, en Madrid, y era la primera vez que los veía. En realidad, iba a ver a otro grupo, pero ellos actuaban de teloneros. Me impactaron. Principalmente por sus excitantes canciones, pero también porque durante todo el concierto había un tipo vestido de astronauta bailando en el escenario.

Me gustaron, pero dos meses después no habría sido capaz de bosquejar un somero comentario sobre su estilo. No recordaba su música, pero sí al astronauta aquél, lo que terminó de convencerme de lo importante que es cuidar el espectáculo y añadir elementos, cualquiera que sean, a un concierto. Luego pensé que quizás el maldito astronauta era el que no me había dejado concentrarme en el concierto, pero en fin...

La cuestión es que me quedé con ganas de verles de nuevo. La segunda vez fue en El Juglar, una de mis salas favoritas de Madrid, sobre todo por su maravilloso auto-servicio de ropero: las paredes laterales están recorridas por dos filas de perchas, con lo que hay sitio abundante para dejar la cazadora y siempre la tienes bastante a mano (igual que en la sala del Café La Palma, otras de mis favoritas).

cohete-promo.gif Aquel día fui al concierto de Cohete después de mi frustrado intento de acudir a la tradicional fiesta anual de Flor de Pasión en Siroco, donde tocaba, entre otros, La Casa Azul. No tendría a más de 50 personas por delante en la cola, pero aún así me quedé en la calle porque había muchos invitados. Juan de Pablos tiene muchos amigos (y yo no debo ser uno de ellos). Con cara de enfado -sobre todo las dos amigas con las que iba-, nos montamos en un taxi y le dijimos: "Al Juglar". ¡Cohete nos salvará la noche!

Y vaya si lo hizo. Yo iba un tanto temeroso, porque no estaba muy seguro de que a mis amigas les fuera a gustar el grupo. Por un lado, no recordaba exactamente qué música hacían (habían pasado tres o cuatro años desde el concierto del Nasti). Y por el otro, la gran decepción: cuando se subieron al escenario... ¡no había ni rastro del astronauta! "Ay Dios", pensé, "estas dos me van a sacudir".

Sin embargo, no. Empezaron con una instrumental correosa y serpenteante, muy suya, que conectó con mi cuerpo y me puso en movimiento a las primeras de cambio. Miré de reojo a mis dos amigas y estaban sonrientes. Cuando terminó el concierto, hablé con uno de los cantantes de Cohete, el bajito, y le dije: "La mejor, la instrumental del principio". Y él me respondió: "Si no es instrumental, lo que pasa es que todavía no tiene letra". "Pues no se la pongáis", le insistí.

Lamentablemente, la siguiente vez que les vi, en Moby Dick (otra de mis salas favoritas de Madrid), ni rastro de la instrumental. No sé si es que no la tocaron o es que ya le habían puesto la letra y no la reconocí. En todo caso, el concierto volvió a ser sobresaliente. Se trataba, además, de la presentación de su primer disco, con lo que habían invitado a dos necesarios trompetistas que llevaron las canciones al lugar elevado y soleado donde tienen que estar.

Porque las canciones de Cohete son, efectivamente, sobresalientes. En todos los sentidos. No hay por donde pillarles, y eso que apuntan alto: no se conforman con hilvanar melodías contagiosas, sino que además las desarrollan a base de letras ingeniosas y críticas que tocan tangencialmente el surrealismo pero sin levar el ancla de tierra. Por si fuera poco, la instrumentación está cuidada y huye de patrones y esquemas obvios: esas guitarras sinuosas, esas trompetas enérgicas, esa base rítmica penetrante.

Sin triunfar en todos los partidos, son serios aspirantes a ganar cualquier competición. Es pop, con toques sixties, country, soul, swing, pero finalmente pop. Accesible, pero muy personal. Cantan en español, claro.

Ahora me quiero concentrar en sus letras. Me gusta la delicadeza y tangencialidad de sus críticas: son sutilmente despiadados. Parece que no están diciendo nada, ¡pero joder!... En 'Mi corbata' ofrecen un retrato crudo y humorístico de la vida del oficinista. Cada verso es un navajazo: "Soy un animal y cambio de color", empieza; "La oficina me da de comer y eso se lo tengo que agradecer", continúa; "Es tan cansado trepar sin parar en la oficina", concluye. Te suena, ¿verdad?

La violencia machista, la sanidad, el ladrillo... Temas que aparecen de fondo, ni siquiera como juicio, sino como contexto. Sólo con mencionarlos, el oyente completa la información. Crítica social sin moralismos: en la posmodernidad ya no nos queda otra, evidentemente... Cohete lo saben: muestran y se van. Pero ojo: muestran.

En su disco hay no menos de seis singles potenciales: 'Un mamífero magnífico', 'Club cocina', 'Mi corbata', 'El plan', 'Petición', 'Matrimonio', 'Petri'... Canciones de ritmo trepidante, estructura romboide y textura cálida.

Es un discazo, no hay duda.

Es que escuchas a Cohete, y casi ni necesitas nada más.

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