El detonador

El rap español está envenenado

Dicen que no hay que preocuparse, pero hace unos meses, y sin que sirva de precedente, yo lo hice. Estaba entrevistando a cuatro de los cinco miembros del Club de los Poetas Violentos (CPV) con motivo de su regreso a los escenarios, cuando, al parecer, hice la pregunta equivocada: ¿qué pasa con el rap en España, cuya repercusión crece y crece, pero parece que no termina de hacerse masivo?

Me pusieron verde. "Tú no te has informado bien", repetía como un robot roto Jotamayúscula, que a partir de ese instante se dio la vuelta sobre la mesa de sonido de su estudio. Para él, la entrevista había terminado. También Kamikaze, un tipo de sorprendente inteligencia y claridad de ideas, se extrañaba de mi pregunta: "Pero sal a la calle, si ya nadie escucha rock".

Hombre, Kami, lo que es nadie, nadie... Fito y Fitipaldis acaban de agotar las entradas para su primer concierto en diciembre en el Palacio de los Deportes de Madrid y van camino de llenar el segundo.

¿Qué grupo de rap llena a día de hoy el Palacio de de los Deportes de Madrid? Exacto: ninguno.

Más allá de su efecto sobre las masas, todavía por desplegarse, el rap español está atascado creativamente, en crisis. Es cierto que a España llegó tarde, muy tarde (se considera que el primer álbum de hip hop en español fue 'Madrid Zona Bruta', precisamente de CPV, en el año 1994), pero su evolución a finales de la década de los 90, con 'crews' como 7 notas 7 colores y Solo los solo, hacía presagiar que el género iba a convertirse en lo más interesante de la música hecha en nuestro país, como ya estaba ocurriendo en Estados Unidos y, sin ir más lejos, en Francia.

Por si fuera poco, Mala Rodríguez dinamitaba los cimientos del hip hop en el año 2000 con 'Lujo ibérico', un disco absolutamente personal que significaba un punto y aparte en la escena, sobre todo por unas letras que se desmarcaban del 'yoísmo' post-adolescente y de la crítica social sin mordiente que dominaban los versos de los raperos españoles.

Mala Rodríguez es una isla en un desierto de MC's hábiles, con mucha destreza para juntar palabras, pero que carecen de fondo y contenido. La Mala fue la primera en bajar a la realidad (la suya, no la imaginada, la ideal o la que sale en la tele), mancharse y contarlo.

Porque en el rap español las producciones brillan a un nivel sobresaliente (ahí tenemos a R de Rumba y su capacidad para integrar sonidos negros y crear producciones hipnóticas; o al mismo Jotamayúscula, que tiene un olfato de mastín para las bases pegadizas), pero los textos, ay, se quedan en un suficiente 'raspao'.

Ni los más grandes a nivel de ventas convencen: la lírica sucia de Violadores del Verso quiere provocar, pero a sus dardos les falta veneno; SFDK, que sacan disco este mes, parecen obsesionados por ser más duros que nadie; mientras que el buenismo social de Nach, siendo un intento valorable de hacer algo distinto, tiene más de petardo que de bomba.

El 'jarcor' ya no hace daño (salvo al mismo rap). ¿Cuándo se cansarán de competir para ver quién es el más malote? En realidad, sus ataques egomoaníacos no son sino autoafirmaciones que sólo esconden miedo y fragilidad. Si en vez de esconder esto, lo mostraran, quizás la cosa se pondría más animada.

Por si fuera poco, el hip hop español está envenenado de purismo, el peor de los venenos cuando se habla de música (lo saben bien los flamencos, también los indies...). Se necesitan raperos valientes que se atrevan a decir cosas distintas. ¿Aparecerán? Muchos los estamos esperando.

Todo esto en mi opinión, claro.

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