El detonador

Arctic Monkeys, a fuckin' apisonadora

Los Arctic Monkeys son cosa seria. Me di cuenta escuchando 'Humbug', su último e infravalorado disco. Me convencí ayer, en el Palacio Vistalegre de Madrid, un recinto feo como él sólo, rodeado de tiendas 'corty', pero que durante una hora y media se transformó en la mismísima boca del infierno. Fue un conciertazo. Si te lo perdiste, te perdiste mucho.

Una pelea a puñetazo limpio entre tres espectadores frente a una de las barras antes del concierto anunciaba que la noche iba a ser contundente (alarmante, por cierto, la falta de personal de seguridad en el recinto: cerca de un centenar de personas se colaron de la grada a la pista sin que nadie se lo impidiera). Afortunadamente, los tres aficionados al boxeo lograron calmarse y finalmente reinó la paz, como debe ser.

La violencia tenía que venir de otro lado, exactamente del escenario. Los cuatro monos árticos (acompañados de un músico de apoyo que tocaba guitarras y teclados) fueron una apisonadora. Su repertorio amurallado se plantó delante de nosotros como si fuera la mismísima cordillera pirenaica: rock rocoso, agreste, filoso, cortante. Canciones como verdaderas montañas, pesadas y compactas, sin margen para la floritura o la verbena. Sólo hubo un par de 'singalongs' (ni siquiera propiciados por Alex Turner) y un estallido final de confeti (en 'Secret door', creo) que se les perdona porque, qué narices, se realizó con buen gusto.

Dudaba de cómo encajarían sus nuevas canciones (ese stoner-rock pesado y oscuro de 'Humbug') con la velocidad hipervitaminada de los 'hits' de sus dos primeros discos. Al final, las primeras aportaron la densidad y el suelo del concierto y las segundas sirvieron para encender al público. Sorprendió, sin embargo, la tibia respuesta de la gente a las nuevas canciones (y eso que el disco se publicó en agosto y ya han tenido tiempo de escucharlo). Ni siquiera en 'Cornerstone', una balada perfecta para corear, se oyó demasiado a la audiencia. Va a tener razón Alex Turner cuando dice que han perdido muchos fans con su último disco.

Fue hora y media de música sin concesiones ni pausas ni momentos de relleno (de esto deberían aprender, sin ir más lejos, Franz Ferdinand). Tocaron tres cuartas partes de su nuevo disco (mención especial para unas versiones brutales de 'Crying lightning' -menospreciada injustamente aquí mismo hace unos meses- y 'Potion approaching'; a 'My propeller', sin embargo, le faltó intensidad y pegada; y faltó una de mis favoritas: 'Dangerous animals').

Sus 'hits', 'When the sun goes down' y una escondida en mitad del repertorio 'I bet you look good on the dancefloor', fueron como dinamita para un público donde había mucho, mucho adolescente (detrás de mí, un padre con la hija y su amiga).

Más cosas. Alex Turner cada vez canta mejor. Aunque el sonido sólo fue de aprobado (no es poco para Vistalegre), sus interpretaciones de las canciones llegaron con bastante nitidez y se mostró totalmente concentrado en tocar y cantar, dejando para otros las posturitas y la tontería. Y por cierto, nada de soso o, como le ha llamado alguien, insolente. Turner estuvo majísimo con el personal, presentando varias canciones, hablando en español ("¿Están divertidos?") y saludando al público de la grada de enfrente (donde estaba yo).

Pienso que fue un concierto sobresaliente y que, a la chita callando, aquel grupo post-adolescente del acné y el Myspace se ha convertido en una de las bandas más prometedoras del momento.

PD: Por cierto, gracias a tortugadorada y sofiita1014 por colgar esos magníficos vídeos del concierto de anoche en el YouTube (¡eso es diligencia!).

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