El detonador

Así nació Animal Collective

Son el gran grupo del siglo XXI. Así se ha dicho y difícil es rebatirlo. Aunque el nombre no te suene, conviene creerlo. Desde que en 2004 publicaron 'Sung tongs', Animal Collective han volado más alto que cualquier otro grupo. Se han inventado un sonido que los hace inconfundibles, que sintetiza el pop, la electrónica y la psicodelia de una manera extremadamente personal y que nace fruto del trabajo, el riesgo y la experimentación (y no de la casualidad).

Sólo hay que echar un vistazo a la cantidad de bandas que siguen su estela (empezando por el español El Guincho y terminando por el francés François Virot) para darse cuenta de su importancia. El hipnótico tiovivo de melodías y ritmos de Animal Collective deja huella.

Pero 'Sung tongs' no fue el primer disco del grupo de Baltimore. Le predecían otros cuatro y hace un par de semanas conseguí el primero de ellos: 'Danse manatee', del año 2001 (en 2000 dos de los miembros del grupo, Avey Tare y Panda Bear, sacaron otro álbum, pero este se puede considerar el primero con la formación original).

Le di al play con curiosidad y temor a partes iguales. Minutos más tarde me di cuenta de que estos últimos estaban fundados: 'Dansee manatee' es una locura experimental de cuidado. Puro experimento lo-fi, tan casero como el flan de huevo y tan arriesgado como cambiar una bombilla después de lavarse las manos (vean el vídeo adjunto para hacerse una idea de lo que hacían en 2001).

Dicen que una milésima de segundo antes del Big Bang, el universo tenía el tamaño de una pelota de béisbol. Pues este disco es como la pelota de béisbol del universo Animal Collective.

Se transparenta el embrión del sonido que desarrollarían en los siguientes años. Es como si aquí estuviera todo, pero apelmazado e irreconocible, totalmente fetal.

Este ejercicio de terrorismo sonoro se abre con una especie de sonido atmosférico, espacial y chirriante. A eso lo llaman 'A manatee dance'. Dura minuto y pico.

Acto seguido, estalla un barullo de sonidos a lata, platos sordos de batería y sus voces, inconfundibles. En ese segundo tema, 'Penguin penguin', la sensación es clara: parece como si alguien hubiera metido en una minipimer una canción de los actuales Animal Collective.

Uno de sus rasgos distintivos, esas voces chillonas que funcionan más como percusión que como instrumento melódico -pienso en la canción 'Grass', por ejemplo, de 2005-, aparece claramente en 'Another white singer', el tercer tema del álbum.

En 'Essplode' se empieza a intuir el formato canción, aunque conviene permanecer alerta porque en cualquier instante te atronan con una descarga de ruido. En este tema, además, aparece la primera guitarra reconocible. El sonido sigue siendo ratonero, pero la melodía es casi tarareable.

A partir de ese instante, el disco se interna en selvas de ruiditos, drones y voces enajenadas que invitan a apagar el equipo musical. Te lo dirá cualquier químico: el laboratorio es más aburrido de lo que parece.

Por momentos son como unos Liars sensibles, luego juegan a ser unos Suicide más luminosos (la influencia de estos últimos es palpable), finalmente no se oye nada (salvo alguno de ellos, atizando un platillo de cuando en cuando).

Sólo hay un instante potente y machacón y se llama 'Runnin' the round ball'. Aquí se comprende el final explosivo en su primer concierto en el Primavera Sound (año 2006), con todos los miembros del grupo aporreando todo lo que encontraban por el escenario.

La génesis de esos sintetizadores de carrusel superpuestos que hoy en día definen el sonido del grupo está en 'The living toys', que curiosamente tiene como instrumento una guitarra. Rasgan la guitarra como una mandolina, mientras se esparcen ruidos, voces y sonidos chirriantes.

Para finalizar, el inicio de 'In the singing box' conecta directamente con las armonías vocales de la argentina Juana Molina.

¿Qué más puedo decir? ¿Que sobreviví?

PD: Iba a subir un par de Mp3, pero finalmente no lo he logrado. En todo caso, estoy seguro de que no tendréis problema en encontrarlo.

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