El detonador

Elle Belga, el pálpito astur

elle-belga.jpg¿Se puede hacer un disco elegante y emocionante, actual y enraizado en la tradición, delicado y tenso? Difícil, pero posible. ¿Y se puede hacer en España? Sí, se puede. En Gijón, más concretamente. Se llaman Elle Belga, son dos (pareja, para más datos) y '1971' es el título de su exquisito disco de debut.

Hagamos las presentaciones. Elle Belga son José Luis García y Fany Álvarez. De esta última poco se sabe, pero García os sonará porque cantaba, tocaba la guitarra y componía las canciones de Manta Ray, grupo de rock vanguardista de los años noventa en el que también militó Nacho Vegas.

Pues bien, ha dejado a un lado las aventuras sonoras avanzadas ("Lo simple puede serte fiel sin dudar", canta aquí en 'Todas las cosas') y se empeña, junto a su pareja, en labrar, sí, labrar, diez nanas lluviosas y palpitantes que entroncan con la música tradicional y a la vez parecen abrir caminos con dirección a excitantes destinos. Los mineros, de haberlos, cantarían hoy en día canciones de Elle Belga. Las mujeres de los mineros se las cantarían a sus bebés.

Hay drama y calor suficiente para ello: "El tiempo está muerto y de nada sirve mi amor sin ti", canta Fany Álvarez en 'El tiempo'.

Yo me lo pondría todo el día, pero lamentablemente tengo demasiadas cosas que hacer, así que me he visto obligado a desearlo durante las dos o tres últimas semanas, observarlo entre la pila de cd's amontonados con apetito, esperar ansioso ese momento en que terminas lo que hay que terminar y, finalmente, anhelante y tembloroso, introducirlo en el reproductor y sumergirme en él.

Porque en '1971' te sumerges. Es el Cantábrico, envolviéndote compasivo. Curioso, quizás admirable, cómo diez canciones pueden capturar una instantánea tan certera del lugar donde fueron creadas. La tierra y el mar, penetrando entre las notas y los silencios. Melodías borrascosas, letras nubosas, guitarras cristalinas y trompetas frondosas. Es Asturias, no otro lugar.

Pero '1971' es más que una foto. Es un trozo de belleza, robada y ahí plantada. No preguntes de dónde viene.

Los ingredientes están a la vista, pero priman sus dos voces: susurrantes y misteriosas, muy trabajadas, húmedas y frágiles, diálogos desnudos entre ellos y también con ellos, sobre soledad, huidas, tentaciones y dolores.

Hay dos pastelitos -'Todas las cosas' y 'Dulce niña'-, pero el secreto hay que encontrarlo en la densidad de 'La nana de la Mora' o en la repetición hipnótica de 'Cada día', una especie de haiku medieval asturiano.

Es la belleza de lo simple: para llegar a ella hay que complicarse mucho la vida con anterioridad.

PD: Peleado con la tecnología estoy. Esta noche intentaré subir un par de MP3. Por ahora, podéis escuchar a Elle Belga en su Myspace.

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