El mapa del mundo

Iván ¿el terrible?

Desde el nombramiento de José Camilo Mouriño (que tiene como seudónimo Iván, así le dicen los miembros de su grey) como secretario de Gobernación, equivalente a lo que en otros países se conoce como ministro del Interior, se ha desatado toda una controversia sobre la verdadera nacionalidad del funcionario. Incluso se sabe que el vocero del Comité Nacional del Partido de la Revolución Democrática, el señor Gerardo Fernández Noroña, asumió el papel de investigador y se trasladó a España para conseguir una copia del acta de nacimiento de Iván para evidenciar que mintió cuando dijo que era mexicano por nacimiento y señaló el Hospital San Martín de Campeche, México, como el lugar preciso. Cuando antes había asegurado que había nacido en Madrid, en un hospital ubicado en la calle Modesto Lafuente número 14.

Lo que está atrás de todo esto es el tremendo poder que Iván ha adquirido, a sus 36 años, en un país donde la "clase" política tiene como característica fundamental que casi toda tiene entre cincuenta y sesenta años.

¿Cómo fue posible que Mouriño acumulara tal poder en tan poco tiempo?

Esto nos habla del nivel de deterioro de la vieja "clase" política mexicana, que tenía una tradición de funcionamiento, relaciones, códigos y lenguajes auténticamente efectivos para asegurar un dominio casi absoluto sobre una sociedad carente de instrumentos organizativos viables para defender sus intereses grupales.

La nueva clase política sería la versión mexicana de "American psycho". Jóvenes que compiten por quién tiene la tarjeta de presentación más bonita, o que llevan a cabo una serie de fiestas en "antros" (así se les conoce en México a los centros de diversión de los jóvenes ricos, los que fueron bautizados por Carlos Monsivaís como: "la primera generación de norteamericanos nacidos en México") donde todo está permitido y todo se hace.

El objetivo de Mouriño es ayudar a generar en todos los partidos un nuevo tipo de político, sea de derecha, de centro o de izquierda, eso no importa. Que rompa con los viejos cacicazgos.

El nuevo decálogo que define su qué hacer sería: un político responsable que no caiga en excesos; un político que esté dispuesto a negociar todo, un político que no actúe en función de los pobres sino de "toda" la sociedad; un político que hable en español pero que piense en inglés; un político que guste del espectáculo y que sea parte del espectáculo; un político que sea rico pero que se conduela de la pobreza; un político que sea fotogénico; un político que no tenga la menor idea de la historia de México, pero que tenga alguna maestría o doctorado en alguna universidad extranjera; un político que no sea naco (la forma despectiva y racista en que los mexicanos pudientes hablan de los 85 millones de pobres); un político a modo de los señores del dinero.

El logro de Mouriño es que, efectivamente, tanto en el PAN, como en el PRI, como en el PRD, hay muchos que están cayendo frente a su "discreto encanto".

Sergio Rodríguez / México D.F. 

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