El mapa del mundo

La esperanza de recuperar a un viejo amigo

Barack Obama dio en el clavo y tocó el nervio del multitudinario público del Tiergarten y los millones frente a las pantallas al recordar el famoso puente aéreo de Berlín en 1948-49, cuando los bombarderos estadounidenses rompieron el bloqueo soviético de la capital.

Puede resultar extraño que 200.000 personas vayan a ver a un candidato extranjero, pero la relación de los alemanes con EEUU es muy especial. En Alemania también se esconde un cierto antiamericanismo detrás de muchas protestas legítimas contra los abusos de Washington, pero es menos nítido que en otros países europeos. Al final no se ha olvidado el apoyo sin compromiso de los americanos para que la RFA volviese a ser una democracia que disfrutaba de una prosperidad inigualable después del horror de la guerra. La sociedad alemana está muy marcada por la cultura americana.

Este sentimiento de gratitud sufrió las primeras grietas con la guerra de Vietnam. Con la caída del muro de Berlín, EEUU volvió a mostrar que estaba al lado de los alemanes. Bush padre apoyó la unificación del país sin fisuras frente a los recelos en Londres y París.

A cambio, Bush hijo sometió a las relaciones a su momento más tenso con la invasión de Irak y su mal concebida guerra contra el terrorismo. El ex canciller Gerhard Schröder supo explotar el enorme rechazo que provocó Washington, otra vez mezclado con un antiamericanismo algo burdo, para ganarse la reelección en 2002.

Trás de la fascinación algo exagerada por Obama de los alemanes se esconde el deseo de que EEUU vuelva a tener un gobierno que inspire el respeto que se había ganado después de la guerra. De momento, es solo una esperanza. Si el candidato demócrata quiere que su discurso de ayer entre en los libros de Historia hará bien en cumplir sus promesas.

Thilo Schäfer

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