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Ben Barka: un crimen político deseado por muchos

El crimen perfecto existe. Es el que cometen los Estados. O casi, porque aunque los asesinos mueran impunes, la infamia queda y sus fantasmas persiguen a sus sucesores.

Y si no que le pregunten a Nicolas Sarkozy. El presidente francés esperaba pasar tres plácidos días en Marruecos vendiendo fragatas y trenes de alta velocidad, y ahora se encuentra con la piedra que el juez Patrick Ramaël le ha metido en el zapato. El caso Ben Barka. Uno de los esqueletos que los servicios secretos franceses y marroquíes comparten en su armario desde hace 42 años.

Mehdi Ben Barka había sido profesor de matemáticas del futuro Hasán II. El mismo que, ya adulto, ordenó casi con toda certeza su asesinato. Uno de los indiviudos que participó en el crimen contó que el rey exigió que le llevaran la cabeza del hombre que había osado plantarle cara para asegurarse de que estaba muerto.

Obviamente, Hasán II no se manchó las manos: para eso tenía a su ministro de Interior, el sanguinario Mohamed Ufkir. Pero los marroquíes no actuaron solos. A Ben Barka lo secuestraron unos sicarios franceses. El Gobierno de Francia sabía seguramente que iban a matar a Ben Barka. Y no hizo nada. Eso si, como se cree, sus servicios secretos no participaron directamente. También la CIA y el Mossad israelí estaban al corriente. No parece una casualidad que la agencia americana tenga 1.800 documentos confidenciales, aún sin desclasificar, que atañen a este caso.

Al régimen marroquí no le faltaron cómplices para eliminarlo- sobre él pesaban ya dos condenas a muerte en Marruecos. En plena guerra fría, el líder izquierdista era demasiado incómodo por su compromiso con la lucha contra el imperialismo.

Tras su exilio de Marruecos, Ben Barka se había entregado a impulsar los movimientos revolucionarios del Tercer Mundo. En la época de su secuestro, estaba preparando la Conferencia Tricontinental que se celebraría en La Habana en enero de 1966. Ben Barka presidía su comité preparatorio.

Los objetivos que fijó eran de los que, en la época, pintaban una diana en la espalda: ayudar a los movimientos de liberación nacional, sobre todo el palestino, intensificar la lucha contra el imperialismo, eliminar las bases extranjeras, apoyar a Cuba y acabar con el apartheid.

Ahora, el juez Ramaël se ha cansado de que Rabat le impida interrogar a los cinco marroquíes contra los que ha emitido órdenes de detención. Rabat había alegado para ello excusas tan peregrinas como que no conocía sus direcciones. Curioso, sobre todo teniendo en cuenta que uno de ellos es nada menos que el jefe de la Gendarmería Real de Marruecos.

La pelota está en el tejado de Sarkozy. Como se preguntaba hace días el periodista francés Joseph Tual, que investiga este caso desde hace 17 años, queda por ver si el presidente galo optará "por la visión comercial de la diplomacia francesa sobre el régimen de Marruecos o por romper con los asesinos y apoyar a la familia Ben Barka, tras 42 años de amnesia provocada del poder francés".

Trinidad Deiros

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