El mapa del mundo

La ONU puede hacer más

La ONU hace bien en recordar que la violación sigue siendo empleada como arma de guerra, que las víctimas casi nunca hallan asistencia, psicológica y médica, que cuando tienen la valentía de denunciar el crimen que han sufrido suelen toparse con tribunales ineficaces o a menudo corruptos que aparcan sus casos. La ONU tiene la visibilidad, es decir, el poder para poner los asuntos encima de la mesa, en la pantalla del televisor y en la conciencia del mundo. Pero quienes analizan los conflictos en los que la violencia sexual se ceba con mujeres y niñas consideran que la ONU puede hacer mucho más, y mucho mejor.

"Hay que incorporar a más mujeres a las misiones", estima Rosemary Kaduru, responsable del proyecto de apoyo a mujeres líderes en África del Club de Madrid.

"Cuando las mujeres son parte del proceso, el resultado cambia siempre", opina Kaduru. "La misión de la ONU en Liberia, dirigida por una mujer, creó una sección específica para tratar la violencia sexual y han hecho una gran tarea de sensibilización. Han logrado que las víctimas salgan, empiecen a hablar, y lo que es más, que se las escuche", explica.
En los últimos años la credibilidad de la ONU para trabajar la cuestión de la violencia sexual sobre el terreno, en las situaciones de conflicto en las que se despliega, se ha visto muy dañada debido a los escándalos que han protagonizado algunos cascos azules.

En la República Democrática de Congo (RDC) se investigaron cerca de un centenar de casos de explotación sexual, protagonizados por cascos azules que ofrecían comida o pequeñas cantidades de dinero a las menores locales a cambio de mantener relaciones sexuales con ellas.

Fueron menos de cien casos investigados en una misión de 17.000 personas, y no se trataba de violaciones –se consideraron casos de explotación sexual–, pero el daño a la imagen de la ONU fue irremediable, y muchos se preguntaron si los cascos azules estaban para proteger a la población vulnerable o explotarla.

A raíz del escándalo, el ex secretario general de la ONU Kofi Annan decretó una "política de tolerancia cero con la explotación sexual", pero algunos casos similares se han repetido en otras misiones.

En la vecina Burundi, sin embargo, no hubo un escándalo parecido. El país era más pequeño, pero la misión de la ONU tenía 4.500 efectivos, una cifra considerable. Al mando de la misión se hallaba una mujer, la canadiense Carolyn McAskie.
Anneke van  Woudenberg, investigadora en la RDC de la organización Human Rights Watch, sí cree que "la mera presencia de las fuerzas de paz de la ONU puede ayudar a minimizar los abusos sexuales".

"Muchas violaciones ocurren cuando las mujeres van a buscar agua o leña y prevenir la violencia es tan sencillo para los cascos azules como garantizar la seguridad del trayecto, pero eso requiere hablar con las mujeres y, lamentablemente, casi todos los miembros de las misiones de paz son hombres", explica.

Kaduru coincide: "En todas estas resoluciones, los que se sientan en la mesa a redactarlas no han experimentado de primera mano las dificultades que en la práctica impiden resolver el problema. Falta ese vínculo".

Isabel Coello

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