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El fin ya no justifica los medios, ¿o sí?

Los civiles no sólo son las víctimas inocentes de la guerra. En la mayoría de las contiendas han sido uno de los objetivos estratégicos de las partes beligerantes que, de esta forma, buscaban socavar el espíritu del enemigo al hostigar a su población. Esta táctica no es algo exclusivo de tiranos sangrientos o regímenes totalitarios. Los bombardeos de Hiroshima, Nagasaki o Dresde fueron obra de estrategas de las grandes democracias que justificaron el sacrificio de decenas de miles de civiles como un precio necesario para vencer al fascismo. El fin justificaba los medios.

Hoy es imposible vender a la opinión pública que sea imprescindible machacar a mujeres y niños para conseguir la victoria. Las guerras de Irak y Afganistán son los primeros conflictos en los que el agresor se preocupa celosamente por minimizar las bajas civiles. Pero a pesar de los avances tecnológicos, la "guerra limpia" es un espejismo, como han demostrado Faluya, Kunduz o la matanza del domingo en Uruzgan. La tarea es aún más complicada cuando el enemigo no forma un ejército convencional.

Mientras el general McChrystal pide disculpas por las víctimas y promete ser más cuidadoso, el general Petraeus augura que la ofensiva se intensificará en los próximos meses. Es obvio que morirán muchos más afganos inocentes. Los responsables políticos de la guerra de Afganistán deberían ser más sinceros y decirnos que la gran ofensiva que acaban de poner en marcha tendrá un alto coste humano. Porque existen serias dudas de que el fin justifique tantos daños colaterales.

Thilo Schäfer

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