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Una oportunidad perdida para mejorar la democracia

El fiasco del intento de reformar el vetusto sistema electoral británico no deja de ser irónico. La reforma con la propuesta del llamado "voto alternativo", el proyecto estrella de los liberaldemócratas, que hubiera aumentado las posibilidades de partidos pequeños de obtener representación parlamentaria, ha sido derrotada en buena parte porque los votantes querían castigar al Gobierno de coalición entre conservadores y los liberales de Clegg, una alianza que ha dado muy mala imagen en el año que lleva en el poder.

Eso ha reforzado a los defensores del actual sistema mayoritario, que beneficia enormemente a los dos grandes partidos, cuyo principal argumento es la estabilidad que aportan gobiernos monocolores frente a coaliciones. Por la misma razón, los ciudadanos en EEUU y en muchas de las regiones españolas deciden sólo entre dos opciones políticas con verdaderas posibilidades de obtener escaños.

Hay muchos ejemplos de países sumergidos en una inestabilidad casi crónica por culpa del sinfín de partidos (Italia, Bélgica). Sin embargo, Alemania ha sido gobernada desde hace décadas por gobiernos de coalición de todos los colores y no le ha ido tan mal. Y el abanico de opciones políticas ha aumentado a la vez que disminuye el apoyo monolítico a los grandes partidos.

En una época en que las nuevas tecnologías ofrecen cada vez más diversidad al ciudadano es anacrónico limitar la oferta política a dos alternativas, más aún cuando estas acercan sus posiciones en la lucha por el cotizado votante del centro. La última vez que Reino Unido intentó cambiar el sistema electoral fue en 1931. Ojalá no tarden tanto tiempo en volver a plantearse la cuestión.

Thilo Schäfer

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