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La televisión de todos y el edicto búlgaro

Daniel del Pino
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha concedido esta noche a La 1 de Televisión Española su primera entrevista. Era justo el momento adecuado. No sólo porque la estrategia de comunicación del Ejecutivo ha fracasado por completo y, después de los constantes mensajes contradictorios de sus ministros durante la etapa veraniega, no le haya quedado más remedio que tomar las riendas de la situación.

Sino porque una vez consumado el desmantelamiento del Ente público con la reforma de la Ley para nombrar al presidente de RTVE, las destituciones en Informativos y la salida de periodistas como Ana Pastor o Juan Ramón Lucas, el presidente se ha asegurado tener en su mano a la audiencia y las preguntas correctas.

Hoy, la televisión pública, la que por definición debe hacer un servicio público para todos, ha concluido su trayecto -de vuelta- hacia el modelo de la RAI italiana. En abril de 2002, el exprimer ministro italiano, Silvio Berlusconi, en una rueda de prensa desde Sofía, acusó a los periodistas Enzo Biaggi y Michele Santoro, y al cómico Daniele Lutazzi, de hacer un "uso criminal de la televisión pública" por atreverse a hablar de sus lazos con Cosa Nostra. (Una sentencia reciente confirmó que Berlusconi pagó dinero a la mafia para proteger sus negocios inmobiliarios y a su familia).

El poder que ejercía y ejerce Il Cavaliere en la RAI fue suficiente para que todos ellos, considerados históricos del periodismo y del entretenimiento televisivo, fueran defenestrados. A estos les siguieron Dario Fo o Roberto Benigni y aquello pasaría a la historia de Italia con el nombre de El edicto búlgaro.

El procedimiento, salvando las distancias con Berlusconi -hay pocas cosas comparables con él-, recuerda mucho a lo que ha sucedido en RTVE, sobre todo en el caso de Pastor, a la que altos cargos del PP habrían expulsado de sus Desayunos mucho tiempo antes de lo que lo han hecho.

Santoro, experto en ganar juicios contra Berlusconi, nunca se resignó a trabajar en la RAI. Volvió para quedarse durante muchos años y denunciar hasta la extenuación la corrupción de Il Cavaliere. Su programa, Annozero, llegaría a generar contratos publicitarios por valor de ocho millones de euros para Rai3.

El periodista acabó diciendo adiós el año pasado. Entonces se embarcó en un experimento televisivo novedoso. Creó el programa Servizio Pubblico manteniendo a los colaboradores de Annozero gracias a la aportación de 10 euros que hicieron 100.000 personas. Y lo mandó en antena a través de internet y varios canales de la TDT y el satélite desde los estudios de Cinecittà en Roma -otro símbolo de la destrucción de la cultura en Italia-.

Hoy, Santoro y su Servizio Pubblico se han mudado a La 7, una televisión privada. Con él se han ido los contratos de publicidad -que habrían servido para sanear el agujero económico de la RAI- y el derecho de los italianos a ver en la televisión pública una programación de calidad y objetiva. No hace falta pensar mucho para saber que esto acabará sucediendo en breve con Ana Pastor.

Lutazzi -como decía, tan sólo un cómico-, tuvo que enfrentarse a cuatro querellas del propio Berlusconi, de Fedele Confalonieri, Fininvest y Mediaset por un valor total de 20 millones de euros. Su delito fue entrevistar a otro periodista, Marco Travaglio, subdirector de Il Fatto Quotidiano, que acababa de publicar ‘El olor del dinero‘, libro en el que se investiga de dónde sacó el dinero Il Cavaliere para dar su primer pelotazo inmobiliario, el complejo Milano 2. (Los jueces acabaron dándole la razón a la libertad de expresión este mismo año).

Si la situación de RTVE puede equipararse a la de la RAI, la entrevista a Rajoy recuerda a la que el tecnócrata Mario Monti concedió poco después de ser designado primer ministro. Lo que pasa es que Monti no tardó ni tres semanas en hacer su primera incursión televisiva.

El exconsejero de Goldman Sachs en Europa participó en el programa Porta a Porta, curiosamente dirigido por Bruno Vespa, el presentador de cabecera de Berlusconi. Digamos que Monti, que entonces tenía en su mano la oportunidad de haber despolitizado la RAI -cosa que ni a Vespa ni a Il Cavaliere les interesaba para nada- no pasó la peor de sus noches.

http://www.youtube.com/watch?v=8IZan3znFoQ

La aparición en Porta a Porta no fue más que el inicio de una estrategia de comunicación agresiva que contó con la complicidad de los melosos artículos que fueron apareciendo en casi todos los periódicos italianos -a excepción de Il Fatto de Travaglio-.

Monti consiguió que, al menos en la prensa, los peores recortes sociales que haya soportado Italia sonaran a bendición.

El pasado fin de semana, Travaglio publicó un artículo en el que repasa los nueve meses del Gobierno de Monti y cómo sus anuncios han sido convertidos por la prensa en mágicas reformas.

Puede que Rajoy esté intentando copiar el modelo. La pena es que siempre se fije en los peores ejemplos. Una vez nuestra televisión pública lo fue para alguno de los protagonistas antes citados.

Lo contó la también cómico Sabina Guzzanti en su documental Viva Zapatero!

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