El mapa del mundo

Es hora de hablar, no de callar

No sé cuáles serán los planes del Gobierno y de la Corona de España de cara a las celebraciones del bicentenario de la independencia de las repúblicas latinoamericanas, pero sería conveniente que alguien echara mano del calendario. Más que por nada para saber cuánto tiempo nos queda para reparar los daños sufridos en la cumbre de Chile.

Con independencia de la opinión que tenga cada uno sobre el comportamiento de Chávez –y no creo que pueda ser muy positiva–, la imagen del rey Juan Carlos mandando callar a un presidente elegido por los venezolanos resulta muy poco presentable.

En general, el monarca tiene buena imagen en los países latinoamericanos precisamente por lo contrario, por no hacer distinciones entre ricos y pobres, izquierdistas y derechistas, políticos sumisos y rebeldes. Si se descubre que tiene enfilado a Chávez y que no tolera las críticas a España, muchos latinoamericanos recordarán precisamente contra quién se alzaron en armas para conseguir su independencia.

Algunos políticos y periodistas españoles empiezan a adquirir modales imperiales en sus relaciones con América Latina. Cerramos nuestras fronteras a los americanos que quieren venir a España a trabajar porque ya hay demasiados, pero queremos que ellos abran los suyas para que nuestros capitales no encuentren ningún obstáculo. Nos preocupa el giro nacionalista de algunos de sus Gobiernos, mientras que aquí la bandera y el himno están en boca de todos. En el peor de los casos, algunas críticas, como las que recibió Evo Morales por su famoso jersey de alpaca, apestan a racismo.

Mucho más de lo que a nosotros nos pueda parecer, todo gira en torno a lo que la prensa anglosajona llamó los nuevos conquistadores, las empresas españolas que dominan el sector servicios de algunos países. Ignoramos que cuando el usuario de allí se enfurece con la empresa que le da el teléfono, el agua o la luz en seguida piensa en los españoles.

Un grupo de multinacionales tiene al final más influencia en la idea que esos pueblos tienen de España que lo que puedan hacer la embajada o el Instituto Cervantes, el rey o el presidente del Gobierno.

Tenemos que pensar en ello y escuchar lo que nos tienen que decir. Es decir, no podemos hacerles callar.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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