El mundo es un volcán

Revisión del ‘pacto social’ chino

Los detalles son clave para entender lo que pasa en China. Con ellos será posible ir descifrando si el nuevo liderazgo hace realidad las expectativas de cambio en aspectos como la censura y la libertad de información.

Terminó en tablas la batalla de Cantón, provocada por la retirada de una carta a los lectores del Nanfang Zhoumo (Semanario del Sur), una de las publicaciones más liberales del país. En el texto, sustituido por una loa a la línea oficial del partido comunista (PCCh), se instaba a respetar los derechos consagrados en la Constitución de 1982. Nada subversivo, en teoría, pero que el jefe de propaganda de la provincia de Guandong, guardián de la ortodoxia, consideró peligroso, tal vez porque en esa Ley Fundamental se aludía a la libertad de expresión y de reunión.

La rebelión de la redacción habría pasado desapercibida, como la mayoría de las casi 200.000 protestas que ocurren cada año en China, pero la atención de los medios occidentales, la solidaridad de periodistas e intelectuales y el efecto multiplicador de las redes sociales convirtieron el incidente en un asunto de relevancia nacional e internacional. Aún más: en un test para el nuevo liderazgo que, aunque con Xi Jinping ya convertido en secretario general del PCCh, coexiste aún con el antiguo hasta que en marzo se convierta también en presidente del país, relevando a Hu Jintao.

Ni siquiera entonces estará claro cual es el equilibrio de poderes y tendencias en la dirección colegiada personificada en los siete miembros del Comité Permanente del Buró Político. Sin embargo, la forma discreta y salomónica con la que se ha desactivado este conflicto apunta a que se seguirá dando una de cal y otra de arena.

En ese contexto es relevante observar cómo los medios oficiales están haciendo un seguimiento extensivo, abierto, crítico y sin censuras a la alarmante contaminación que estos días convierte en irrespirable el aire de Pekín y de otras zonas del norte de China. Incluso el Diario del Pueblo, órgano oficial comunista, se ha referido a la urgencia de construir una "civilización ecológica socialista" tal y como se prometió en el reciente congreso del Partido. Por supuesto, la lucha contra la polución no es un tema que afecte a la esencia del régimen, pero sí tiene mucho que ver con la política industrial y ha provocado numerosas protestas en todo el país, allá donde se ubican las fábricas más sucias. Por eso, la libertad de crítica permitida a los medios en este caso sí puede considerarse como un indicio de que, sin renunciar de momento al control y la censura, el régimen abrirá más o menos la mano, y de que, aunque a ritmo lento, se irá avanzando hacia algo parecido a una democratización del sistema.

No se vislumbra la posibilidad de un cambio radical, del fin del monopolio del partido comunista, de la implantación de un sistema multipartidista y de la celebración de elecciones libres que decidan quien gobierna el Imperio del Centro. Esa transición completa, que se propugna desde un Occidente que nunca ha entendido las peculiaridades de la situación china, ni siquiera está en la agenda, pero se puede apostar por que, con Xi Jinping, el régimen experimentará avances hacia la libertad de expresión.

Necesita una revisión el implícito pacto social posterior a la matanza de Tiananmen de 1989: el régimen se comprometía a modernizar el país y mejorar el nivel de vida de sus habitantes, a cambio de que estos renunciaran a mayores libertades. Pese a algunas disonancias, el trato se ha cumplido hasta ahora. Pero hoy, la población urbana supera ya a la rural, se ponen las bases de un incipiente Estado del bienestar, "enriquecerse es patriótico" y las necesidades inmediatas están ya más cubiertas. Por eso, surge cada vez con más fuerza, aunque aún no como clamor mayoritario, un mayor ansia de libertad.

El pacto debe refundarse. Lo impone la realidad, el acceso a las televisiones extranjeras, el auge de las redes sociales, y en general Internet, todo lo cual consagra en la práctica libertades que la censura oficial no puede controlar. Canalizar ese anhelo, sin que descarrile el espectacular ritmo de desarrollo económico, frenando la extendida corrupción, manteniendo la preciosa estabilidad, y sin que se desmorone el sistema, constituye el gran reto del nuevo liderazgo.

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