el pingue

Nada es lo que era

En la boda a la que asistí ya no sonó el vals, sonó Sinatra. Ya no hubo tarta sino pastel individual. Los langostinos se convistieron en langosta y el vino de la casa en un Pago de Carraovejas excepcional. El cóctel de bienvenida estuvo compuesto por la mítica croqueta y lo demás eran tubos de ensayo rellenos de crema de guisantes,.... y brochetas de todo tipo y condición. En la barra libre ya no hay garrafón ni bebidas de dudosa procedencia, hay alcohol de marca. ¿Dónde han quedado los fritos, los embutidos, las cremas de marisco, o el sable para el corte de la tarta nupcial? Los tiempos están cambiando.

Hace unos días leía un artículo de Diego Rodríguez Rey en la renovada web de Lo Mejor de la Gastronomía titulado Críticos 1.  Atento y expectante estoy a la salida del Críticos 2. En este texto trae a colación las andanzas de los críticos y pone en solfa las aptitudes y actitudes de algunos de ellos. Confirma la idea de que muchos de ellos no pagan pero que eso sólo le incumbe al propietario y al propio censor. También aclara que le gusta cobrar.

En un momento del texto dice de los blogs gastronómicos : " Actualmente están atravesando un mal momento emocional (los críticos**): su sufrimiento se ha acuciado en los últimos años debido al fenómeno competitivo de los blogueros (al loro con alguno de ellos, que mojan la oreja a profesionales como la copa de un pino), en ese espacio libre y cabrón que es internet". Lo dicho: ya no es lo que era esto de la "crónica/crítica" gastronómica.

Creo que es el único que con cierto humor se ha tomado el tema de los críticos. Es más, si fuera uno de estos estaría midiendo mucho mis actuaciones, pues si son de los que tienen agencias u organizan saraos, como dice el "maestresala", han de estar temblando ante la situación económica actual. Ya no hay tanto glam, ya no hay tanto dienro para destinar a congresos ni a publicidad en tal o cual revista y me temo que la tarta no tiene tantas raciones. Se salvan los que saben establecer relaciones con las consejerías de la CCAA, los que saben "engatusar" y vender eventos a ayuntamientos ávidos de publicidad. A mí esto último no me parece mal pues es una buena manera de publicitar la gastronomía de esa urbe o comunidad. Lo que me gusta menos es que el dinero que la administración ha cedido para la organización se pretenda cobrar al ciudadano de a pie.

A partir de ahora los congresos, las críticas y demás actuaciones de los popes y gurús gastronómicos se van a mirar, más que nunca,  en terminos de calidad y servicio público. Sin lugar a dudas todo aquello que huela a lujo y a falta de honestidad por parte de estos y de la organización, se va a mirar con recelo. Urge: la implicación de la ciudad y de sus ciudadanos, los precios más que ajustados, la reducción de márgenes en el campo del beneficio.

¿Y los blogueros? Pues los blogueros a intentar no entrar en guerras absurdas por parcelas de poder en el ámbito de la opinión que no del periodismo. (Recomiendo la entrevista al respecto en el País Semanal al guionista de la magnífica serie The Wire). La sobreexposición en la que estamos, la necesidad??? de marcar tendencia, la pérdida del anonimato por méritos propios o por casualidades de la vida, no han de arrastranos al mismo baúl que el que ocupan los que trufan sus crónicas con intereses, con intenciones espúreas o con irreales visitas y lecturas. No estoy tranquilo. Me gustaría volver a ser anónimo de estampa porque desde entonces nada es lo que era, sólo es parecido.

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