el pingue

Y un huevo.

Esto de la bloguería tiene sus cosas buenas y otras muy malas, como la falsa creencia de que lo que contamos es muy bueno, quizá demasiado bueno para los lectores que tenemos quienes deberían aplaudir cada una de nuestras entradas. Como decía tiene cosas buenas y es, a veces, ponerle cara a quien te lee.

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Un día uno de estos chalados a los que les gusta lo que escribo en el blog,  y que ya le dije que se lo mirara (yo con todo mi ego, eso sí), vino a mi ciudad a dictar un curso sobre chocolate. Un café, una charla, inquietud sobre cómo conseguir hacer atractivo su blog, etc, etc. Es decir, pensó que era un gurú,... y yo con estas pintas. El blog de Rubén Álvarez Ibáñez dará que hablar. (Ejerciendo de pitoniso, ya ven). Y lo va a hacer porque desconozco la existencia de  un pastelero de este calibre, que cuide su web y su "marca" de la manera que lo hace.

Curioso ver en la cara de alguien, al que le sobran argumentos para estar en los papeles de los congresos, la mirada que todos tuvimos y quizá perdimos, esa mirada inquieta y con un punto de rebeldía para lanzarse y contar con estilo propio lo que sucede y pasa por su chola. Aquel día me trajo un huevo de chocolate, este que ven, y la verdad no pude decir no. ¿Y si este Rubén sueña con ser Dalí? Por lo que se ve, descubre arte en todas las cosas. ¡Y chocolate!

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