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¿Irak? Cosas de Tony y de los norteamericanos

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Gordon Brown se ha aplicado en un difícil juego de equilibrios ante la comisión de investigación de la guerra de Irak: defender la invasión pero sin la frialdad y el belicismo mostrados ante la misma audiencia por Tony Blair.

El primer ministro también se ha distanciado de la posición de su viejo amigo y rival al dirigir la responsabilidad sobre el caos de la posguerra a Washington. "Nunca he apoyado lo que podríamos llamar la propuesta neoconservadora que dice que puedes alcanzar la libertad y la democracia de un día para otro con la ayuda del cañón de un arma".

Era la forma de absolver a Londres de todos los pecados de la ocupación, a pesar del desastre que fue también la presencia británica en Basora y el sur de Irak.

El único error claro que ha admitido ha sido precisamente no haber convencido a Washington de preparar mejor el día después del fin de los combates. "Estaba convencido –y debo decir que lamento mucho no haber podido insistir a los norteamericanos en este asunto– de que la planificación de la reconstrucción era tan esencial como la planificación de la guerra".

Su prioridad era no admitir ninguna culpa a poco más de dos meses de la celebración de las elecciones. Irak fue la guerra de Tony Blair y Brown no tiene ningún interés en reclamar derechos de autor.

El primer ministro ha hecho un ejercicio de reescritura de la historia al prestar poca atención a las armas de destrucción masiva, la principal razón para invadir Irak, según Blair. Dice que la invasión fue "la decisión correcta tomada por las razones correctas".

¿Cuáles fueron esas razones? "Imponer la voluntad de la comunidad internacional", en palabras de Brown, sobre Sadam Hussein, que se había negado a cumplir las resoluciones de Naciones Unidas.

Brown ha mantenido la ficción de que hasta el último fin de semana anterior a la invasión tenía esperanzas de que la crisis se resolviera por cauces diplomáticos. Al igual que Blair, culpa de todo a Francia y su anuncio de veto a una segunda resolución que justificara la guerra.

Cuando la comisión le ha recordado que los franceses sólo querían más tiempo para que los inspectores hicieran su trabajo, Brown se ha limitado a responder que no lo sabía porque no era el ministro de Exteriores.

De cara al futuro, Brown ha venido a decir de forma sutil que ciertos países (que en su visión del mundo sólo pueden ser EEUU y el Reino Unido) tienen derecho a derrocar gobiernos de países enemigos, con independencia de la legalidad internacional y siempre que tengan preparada la reconstrucción del país atacado.

"Habrá otros estados, estados rebeldes, que tendrán que cambiar, y nosotros tendremos que asegurarnos que haya el apoyo civil y militar necesarios cuando sea necesario reconstruir el país destrozado", dijo.

En otras palabras, la doctrina intervencionista de Blair pero aplicada con el pragmatismo de Brown.

Pero más que las cuestiones de estrategia internacional, al líder laborista le interesaba más dejar claro una y otra vez que las tropas británicas no fueron al combate sin los medios necesarios, a pesar de las numerosas denuncias de los antiguos altos mandos del Ejército.

Por eso, ha dicho que antes de la guerra comunicó a Blair que las cuestiones presupuestarias nunca supondrían un obstáculo si había que enviar a las tropas. Como muestra, ha recordado que las guerras de Irak y Afganistán han costado a los británicos 20.000 millones de euros. Cuando los mandos militares pidieron más dinero, se les concedió, ha explicado Brown.

Al comprobar que los Land Rover eran vulnerables a los ataques de los insurgentes, se ordenó gastar 100 millones de euros en vehículos de blindaje más resistente, y la compra se efectuó "a los pocos meses".

No es eso lo que dicen los generales retirados. El jefe del Ejército de 1997 a 2001, general Guthrie, contó ayer a The Times que "la falta de fondos para el Ejército indudablemente costó vidas de soldados". Lo mismo dijo el general Graeme Lamb, que denunció que se negó a las Fuerzas Especiales material de la época de la guerra de Vietnam para los helicópteros que podría haber salvado vidas tanto en Irak como en Afganistán.

Iñigo Sáenz de Ugarte

La viñeta es de Steve Bell.

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