El tablero global

«¡Y nos llaman seres humanos!»

Dicen que cuando a John F. Kennedy le explicaron, el 14 de septiembre de 1962, el plan operativo del Pentágono (SIOP) para aniquilar 300 grandes urbes soviéticas lanzando unas 1.500 cabezas atómicas, el presidente se volvió hacia su secretario de Estado, Dean Rusk, y exclamó: "¡Y nos llaman seres humanos!"
Ayer, Obama celebró el tratado con Rusia para reducir a 1.550 el número total de ojivas nucleares estratégicas (intercontinentales) por cada bando como un "hito" en el camino hacia el desarme atómico total, pero no se trata más que de un mínimo avance en ese "largo viaje". Y no sólo porque quedan excluidas del acuerdo miles de bombas H, "tácticas" (de corto alcance) y "de reserva".
El START II rubricado en Praga no supone en verdad más que una modestísima reducción de unos arsenales que suman más del 90% de todas las armas atómicas existentes en el planeta. Porque, aunque el anterior acuerdo de Moscú establecía un tope superior de 2.200 ojivas, el propio presidente George W. Bush dio la orden de respetar el límite inferior, de 1.700, de forma que la rebaja real, en el caso de EEUU, es de 150 cabezas sobre un total de 5.200 bombas; o sea, de un 2,9%.

En cuanto a Rusia, los enormes problemas de mantenimiento de un armamento ex soviético obsoleto en su mayor parte ya habían obligado a Moscú a "dejar que su envejecido arsenal fuera cayendo a niveles incluso inferiores" a los que prevé el nuevo tratado de desarme, según explicaba ayer en Le Monde el ex número tres del Pentágono, Eric Edelman.
Más aún, ante la negativa de Washington a renunciar definitivamente a algún tipo de escudo antimisiles en Europa oriental, el Kremlin se ha asegurado la inclusión de una cláusula de rescisión unilateral que le permitiría incumplir los nuevos límites si se sintiera amenazado. Una espada de Damocles que los rusos sustentan en el equívoco lenguaje del preámbulo sobre la diferencia entre armas "ofensivas" y "defensivas".
Tanto subterfugio, para no renunciar al poder de destruir el mundo, hace ciertamente dudar de que sean humanos.

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