El tablero global

Empieza la venganza de los oligarcas contra los electores

La rabia con la que los mercados financieros han acogido los resultados electorales en Francia y Grecia se ha hecho patente nada más abrir las bolsas, en la mañana siguiente a esos dos veredictos de las urnas contra la mortífera austeridad a ultranza impuesta por Merkozy para salvar a la banca a costa de los contribuyentes. El inmediato desplome en un 8% de los valores griegos era previsible, tras el caos parlamentario provocado por la reacción de los votantes a las implacables imposiciones de la UE, el FMI y el Banco Mundial, que han paralizado la economía del país y sumido a la población en una penuria tercermundista. Pero el castigo contra los franceses por haber votado socialista –ampliado a todos los europeos con la caída del valor del euro a su nivel más bajo en tres meses y la brusca subida de las primas de riesgo de los países mediterráneos– no tiene lógica alguna, cuando la victoria de Hollande estaba prevista por todos los sondeos desde hace meses y debería haber sido descontada de antemano por los inversores.

Lo que se está ahora produciendo es una auténtica venganza de la oligarquía financiera (esa que ha aumentado su capital en Europa en otros dos billones de euros, según cálculos de Eurostat, durante esta crisis de recortes sociales y laborales) contra los que se han atrevido a votar a favor de alternativas políticas al neoliberalismo imperante. Porque ninguna de las medidas económicas anunciadas por Hollande en su campaña es auténticamente radical, por mucho que llamen la atención las subidas de impuestos a los millonarios y las entidades bancarias; ni van a afectar seriamente al sector financiero, pues se estima que sólo le supondrá la pérdida de una décima parte de sus beneficios.

Lo que de verdad tiene airados a los magnates de la banca es la sugerencia, lanzada por el ya presidente electo de Francia en las postrimerías de su campaña electoral, de que el Banco Central Europeo (BCE) debe conceder préstamos directamente a los gobiernos, en vez de entregar cientos de miles de millones de euros a los bancos al 1% de interés para que a continuación estos se los presten a cada Estado con intereses del 5%, 6% o más (en el caso de Grecia, su bono a diez años alcanzó ayer la descomunal tasa del 23,25%), para obtener pingües beneficios (en ocasiones, rayanos con la usura) a costa de los erarios públicos. Hace poco, un alto directivo bancario de la City londinense me justificó esa práctica ruinosa para las arcas del Estado alegando que ésa ha sido la manera de camuflar un rescate masivo de la banca europea (arruinada por sus propios excesos en el casino bursátil), subterfugio que ha permitido inyectar en las entidades financieras más de un billón de euros (casi el equivalente al PIB de España) procedentes de los impuestos de los contribuyentes.

Esa astronómica cantidad de dinero público facilitado, vía BCE, a los bancos europeos nunca es reconocida por nuestros gobernantes, cuando alegan que el rescate bancario (en España, 115.000 millones de euros del Estado) se limita a avales, créditos y compra de activos. Es sangrante que el mismo día en que comienza a trabajar el nuevo presidente socialista francés, Rajoy admita por fin que está dispuesto a inyectar en la banca los miles de millones que aduce que no existen para Sanidad, Educación, Seguridad Social, investigación... y que sea el grupo Bankia dirigido por el gurú económico del PP, Rodrigo Rato, el que primero vaya a beneficiarse de ese colosal trasvase de los fondos que se niegan a jubilados, enfermos, maestros, funcionarios, científicos...

En el terreno político, lo peor del resultado electoral francés para la derecha es que se va a poner de manifiesto la profunda falsedad, el tremendo engaño, de su discurso a favor de la austeridad como única salida de la crisis; de la mentira mil veces repetida, hasta lograr que muchos trabajadores se la crean, de que la izquierda es responsable de la crisis y del desempleo por haber despilfarrado los fondos públicos; de que "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". ¿Quiénes? ¿Los mileuristas, los parados, los pensionistas...? Es insultante para todos ellos, porque los que sostienen esa tesis saben perfectamente que es falsa, que la crisis fue la que disparó la deuda pública y el déficit presupuestario, no al revés, y que esta Gran Recesión que padecemos fue provocada por los excesos de los potentados a los que ahora se sigue enriqueciendo quitándoles a los trabajadores sus escasos ingresos y sus duramente conquistados derechos sociales.

Y lo más inadmisible de todo esto es que, además, esa imposición de austeridad mayúscula no hace más que agravar esa misma crisis, precipitando a la economía en un abismo de parálisis que genera aún mayores pérdidas en un círculo vicioso que amenaza con arruinar a las sociedades más prósperas del planeta. Como sostiene el premio Nobel de Economía Paul Krugman en su último libro (¡Acabad ya con esta crisis!) "...políticos y funcionarios públicos de primer orden (...) han elegido olvidar las lecciones de la historia y las conclusiones de varias generaciones de grandes analistas económicos; y en lugar de este conocimiento, obtenido con tanto empeño, han optado por prejuicios ideológicos y políticamente convenientes".

Krugman subraya que nuestros gobernantes "han hecho caso omiso por completo de la máxima esencial de Keynes: ‘el auge, y no la depresión, es la hora de la austeridad’. Es hora de que el Gobierno gaste más, y no menos". No sólo eso, digo yo, sino que los mismos que hoy recortan los gastos sociales y las inversiones estatales, cuando son más necesarias que nunca, fueron los que impulsaron proyectos públicos faraónicos y permitieron el enriquecimiento ilícito de sus amigos durante los años de bonanza, como se comprueba con sólo dirigir la vista hacia Valencia. O hacia Grecia, donde hoy pretende volver a gobernar la misma derecha de Nueva Democracia que causó la catástrofe económica del país al falsificar las cuentas del Estado y despilfarrar los recursos públicos.

Y, para mayor escarnio, ese partido se proclama ganador, tras perder un 15% de los votos y quedarse con menos del 19% de los sufragios emitidos, porque el sistema electoral griego (diseñado para dar el poder absoluto a los ya poderosos) le regala 50 escaños (casi un 17% del total de diputados) para que pueda tener más del doble de parlamentarios que el izquierdista Syriza, al que sólo ha superado en dos puntos porcentuales. Con semejantes perversiones de la democracia, en su propia cuna, a nadie puede extrañar que la ciudadanía se rebele contra los políticos, como se pondrá de manifiesto este próximo fin de semana 12M-15M en un millar de ciudades del planeta, donde la ciudadanía reclamará no ser gobernada por malhechores.

Ahí radica el verdadero temor de los mercados: que el pueblo se subleve contra su tiranía. Y es por eso que su venganza va a ser, sin duda, terrible.

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