Cuando a Martine Aubry se la compara con la canciller alemana, Angela Merkel, se lo toma con humor: "Sí, nos parecemos en la seriedad", ironizó hace poco la líder del Partido Socialista francés. "Ella tiene algunos problemas con Sarkozy... ¡Ya somos dos!"
Recientemente, la prensa francesa ha utilizado el sobrenombre de "Merkel de izquierdas" para referirse a quien hace menos de un año se daba por fracasada cuando el PS obtuvo sólo un 16,5% de votos en las elecciones europeas. Era junio, y ese mismo verano Aubry restableció su autoridad organizando un referéndum sobre la renovación del partido que prevé la celebración de primarias en 2011 para seleccionar al candidato a la presidencia. Ese fue el punto de inflexión con el que logró poner orden interno en el PS, que por fin tiene líder indiscutible.
Con la firmeza de una dama de hierro, acalló a los jóvenes lobos centristas amenazándoles con la exclusión, al tiempo que empleaba guante de seda para alcanzar un pacto de no agresión con los viejos elefantes del partido. Un don de gentes que esconde tras su escasa fotogenia y que le permite mantener en vereda a los muchos presidenciables socialistas con los que se tendrá que medir en las primarias.
Así ha manejado uno de los tres grandes hándicaps que legó al PS la derrota de Jospin, en 2002: el de la falta de un liderazgo supremo y el exceso de aspirantes a él. El segundo era la falta de proyecto claro y alternativo al neoliberalismo en boga; y que tampoco supo plantear la anterior aspirante al Elíseo, Ségolène Royal.
"No queremos más de esa política que destruye todo lo que Francia tiene en más aprecio: su modelo social, su igualdad y su fraternidad", dice. "Queremos recuperar una sociedad grata y justa, donde podamos vivir juntos".
Ese mensaje ha calado hondo entre unos ciudadanos hartos de pagar el pato de la crisis, desconfiados de los políticos profesionales y angustiados por el creciente paro. Más que airados con el poder, están temerosos de perder sus empleos, sus pensiones y, en definitiva, su forma de vida; una European Way of Life que los neoconservadores están tratando de sacrificar en aras del enriquecimiento individual ilimitado.
Aubry ha sabido contrastar su estilo metódico y sereno, en defensa solidaria del Estado del bienestar, a la agresiva hiperactividad de un presidente individualista que pretende desmontar ese modelo social. Por eso ha ganado este primer asalto.
Le queda ahora la gran batalla de la defensa de las pensiones... y demostrar que es también capaz de superar el tercer hándicap: las alianzas.
Comentarios
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