El tablero global

La hipocresía fiscal de las grandes potencias

Durante su campaña electoral, Barack Obama citó varias veces un solo edificio de las
Islas Caimán, el Ugland House, que alberga nada menos que a 12.000 empresas. "O es el mayor edificio conocido, o la más grande estafa fiscal jamás registrada", denunció el ahora presidente de EEUU.
Ciertamente, el timo de las compañías internacionales que se establecen en los 44 paraísos fiscales del planeta ha alcanzado dimensiones astronómicas. Según las más meticulosas estimaciones, la cantidad de dinero que se oculta en esos refugios para multinacionales y multimillonarios asciende a unos 11,5 billones de dólares, equivalente a nueve veces el Producto Interior Bruto de España.
Lo que no se esconde es que las que operan en esos territorios fuera de la ley (fiscal) no son empresas de la economía sumergida, sino las mayores y más respetables compañías de cada país; del nuestro, por ejemplo, el 69% de las que cotizan en el Ibex 35.
El caso de EEUU es aún más descarado: en las Caimán, las Vírgenes o las Bermudas, tienen negocios 83 de las 100 mayores corporaciones norteamericanas, incluidas muchas de las que se han embolsado elevados rescates financieros del Estado, como
Citigroup, AIG y Bank of America. Clama al cielo –puesto que no parece haber autoridad a la que recurrir en esta Tierra– que las multinacionales que defraudan al fisco anualmente unos 100.000 millones de dólares gracias a sus escondrijos en paraísos fiscales (según los cálculos del senador Carl Levin) reciban ahora cuantiosas subvenciones del dinero de los contribuyentes. Los mismos que han de pagar mayores impuestos a causa de la continuada evasión fiscal de esas transnacionales, de cuya salvación tratan ahora de convencernos que depende nuestra prosperidad futura.

Para colmo de escarnio, en la reciente cumbre del G-20 los gobernantes de las grandes potencias pretendieron haberse dado cuenta por fin de semejante aberración y amenazaron con sanciones económicas a los países que oculten la información fiscal de impositores e inversores extranjeros, empezando por Suiza. También es verdad que esa nación alpina acumula algo así como la tercera parte de todo el dinero atesorado en los 44 edenes terrenales para potentados. Quizá por ello Suiza sea uno de los pocos países europeos cuya economía sigue creciendo en plena crisis mundial.
El gigante bancario suizo UBS se ha visto obligado a pagar fuertes multas a EEUU, y a revelar los nombres y datos de 300 clientes a los que estaba ayudando a defraudar a la Hacienda estadounidense. Y el Ejecutivo de Berna ha accedido a compartir información con los países de la OCDE... cuando haya concluido acuerdos de doble imposición con cada uno de esos gobiernos, un proceso que puede prolongarse años.
Pero la verdadera hipocresía de los poderosos radica en el hecho, menos conocido, de que los más importantes ejemplos de secreto bancario, lavado de dinero y fraude fiscal no hay que buscarlos en los valles alpinos ni en las islas caribeñas, sino en las trastiendas de las superpotencias económicas. Allí, la defraudación se practica formando compañías anónimas, a través de las cuales se abren las cuentas bancarias y se transfieren las cantidades sin que los beneficiarios sean nunca identificados.
Estoy hablando del estado de Nevada, cuyos principios de no hacer preguntas incómodas atraen a 80.000 nuevas compañías al año, pese a contar con sólo 2,6 millones de habitantes. En Las Vegas residen casi medio millón de empresas, que se benefician del anonimato total de sus accionistas y ejecutivos, y no pagan un centavo al fisco por los intereses que ganen con sus aventuras financieras. Un régimen muy similar al que conceden también a la élite empresarial Delaware y Wyoming.
Según el investigador australiano Jason Sharman, hay menos regulación de empresas tapadera en EEUU que en Liechtenstein o Somalia.
¡Ese sí que es el mayor timo fiscal conocido, señor Obama!

Más Noticias