El tablero global

Marc Marginedas, arquetipo del corresponsal de guerra

De entre los muchos corresponsales de guerra que he tratado, no cabe duda de que el que más me ha impresionado por su dedicación y arrojo es Marc Marginedas. Y lo hizo (impresionarme) muy poco después de conocerle, cuando regresé a El Periódico de Catalunya para dirigir la sección de Internacional tras pasar 15 años dando tumbos por el mundo. Pese a que yo mismo había pasado por diversos frentes de batalla –e incluso había sido brevemente secuestrado a punta de kalashnikov en Afganistán–, por lo que me creía bastante avezado en esas lides, he de reconocer que no podía ni imaginar la capacidad, versatilidad y persistencia de Marc en la cobertura informativa bajo las más duras condiciones posibles.

En marzo de 2003, cuando la formidable maquinaria bélica estadounidense penetró en territorio iraquí desde la gigantesca base que levantó en Kuwait para la invasión, Marc estaba cubriendo en ese emirato el despliegue militar del Pentágono. Pero después de que las divisiones acorazadas cruzaran la frontera, devastándolo todo a su paso, se encontró con que era imposible entrar tras las tropas norteamericanas, que habían sellado todos los pasos fronterizos.

Varias veces al día, se presentaba en los controles militares y cada vez era rechazado, hasta que en un descuido de los soldados logró colarse a pie hasta el otro lado. Entró en la guerra de Irak sólo con la ropa que llevaba puesta y un teléfono satelital Thuraya, y comenzó a perseguir a las fuerzas invasoras a dedo, subiéndose a las escasas camionetas locales que todavía circulaban. Le llevaban varios días de ventaja, pero los blindados a menudo se trababan en combates con destacamentos del Ejército de Sadam Husein; así que poco a poco les fue ganando terreno, durmiendo en casas semidestruidas o en las cunetas, al tiempo que todas las tardes dictaba por teléfono un reportaje, redactado de memoria en su cabeza, sobre los sufrimientos de la población civil en aquel infierno.

Cuando la Tercera División de Infantería de la US Army entró en Bagdad a sangre y fuego, el 5 de abril, Marc Marginedas había también alcanzado la capital iraquí. Tres días después, relevaba allí a nuestro colega y amigo Antonio Baquero, que tenía que regresar a España con la amarga tarea de acompañar el cadáver de su gran amigo José Couso, asesinado por el Ejército de EEUU en un crimen que permanece impune.

Aquella odisea bélica muestra hasta qué punto Marc es el arquetipo del reportero de guerra, profesión que lleva en la sangre y que, además de en Irak, ha practicado en Argelia, Chechenia, Darfur, Líbano, Afganistán, Pakistán, Libia y, por supuesto, Siria, donde hoy está preso de algún grupo yihadista. Ahora, sólo nos cabe confiar en que no le abandone la suerte y se pueda negociar su liberación lo más rápidamente posible, pues no olvidamos los casos de otros compañeros que han pasado muchos meses secuestrados en ese nuevo infierno bélico.

Todos esperamos poder celebrar pronto el regreso a la libertad del colega y amigo que ha dedicado su vida a explicarnos los sufrimientos de los que padecen la lacra de la guerra, pues no hay empeño más sacrificado y auténtico en la lucha por la paz que el suyo en los campos de batalla, armado sólo con la fuerza de las palabras.

 

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