El tablero global

Que baje Dios y lo vea… al Papa, al emérito y a su Iglesia

Con la más que dogmática exclusión de toda mujer –no sólo del Cónclave Cardenalicio sino también de todos los puestos en la Iglesia Católica salvo los de sirvientas de los religiosos varones–, 115 purpurados han elegido a un nuevo obispo de Roma que está recibiendo elogios por parte de todos los teólogos, incluidos destacados filósofos de la liberación, como Leonardo Boff, a quien el hoy Papa emérito Ratzinger condenó a un año de silencio cuando presidía la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Muchos cristianos han respirado aliviados por que el nuevo Pontífice no sea uno de los más ultraconservadores de la Curia, pero no cabe duda de que Jorge María Bergoglio nunca fue un liberal. En cuanto a la total falta de representatividad de las mujeres en la Iglesia, el hoy Francisco I nos adoctrinó sobre los motivos en unas declaraciones reproducidas por la agencia nacional de noticias argentina Télam, en 2007, y que se referían a la candidatura presidencial de la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner:

"Las mujeres son naturalmente ineptas para ejercer cargos políticos (...) El orden natural y los hechos nos enseñan que el hombre es el ser político por excelencia; las Escrituras nos demuestran que la mujer siempre es el apoyo del hombre pensador y hacedor, pero nada más que eso".

Tras leer tan docta e irrefutable explicación de la misoginia eclesiástica, no se extraña uno de que el nuevo Papa escribiese también que "una ley sobre el matrimonio gay es una movida de Satanás", en una carta dirigida a las monjas carmelitas a raíz del debate argentino sobre la Ley de Igualdad de Sexos.

Porque en las cuestiones sexuales los cardenales son muy estrictos... salvo si se trata de la pederastia de sus sacerdotes, claro. Aunque nunca se deciden a explicarnos por qué los abusos pedófilos de los religiosos no son tan diabólicos como la homosexualidad o el adulterio, comportamientos que, en cambio, les sacan de sus casillas.

Entre los electores que escogieron a Bergoglio votaron (nunca sabremos en qué sentido) los integrantes de la "sucia docena", que es como calificaron a doce de los cardenales reunidos para elegirle los integrantes de la Red de Supervivientes de los que sufrieron Abusos por Sacerdotes (SNAP), una organización de EEUU que divulgó recientemente en Roma su lista negra de los purpurados que "no afrontaron con suficiente rigor los casos de clérigos pederastas, les quitaron importancia, rechazaron reunirse con las víctimas y criticaron las investigaciones periodísticas".

Puesto que algunos de esos doce son latinoamericanos (como Norberto Rivera Carrera, arzobispo de México DF, amigo y cómplice del pederasta fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, o el hondureño Oscar Rodríguez Madariaga), o eminentes jerarcas del Cónclave (como el mismísimo Tarsicio Bertone), no es arriesgado apostar que el primer papa latinoamericano recibió numerosos votos de cardenales que han sido defensores o cómplices de curas pedófilos.

Algo que tampoco es de extrañar en una jerarquía eclesiástica tan aficionada a encubrir ese tipo de delitos sexuales (cuando en cualquier otro colectivo humano se considera como uno de los más espantosos y condenables) que en países donde la Iglesia Católica no goza de inmunidad oficial, como EEUU, las diócesis se están arruinando a costa de pagar indemnizaciones judiciales multimillonarias a las víctimas de esos horrendos abusos.

Aquí, en España, parecemos inmunes a esta epidemia, pero todo indica que lo que nos ocurre es que seguimos amedrentados por el recuerdo de la Santa Inquisición. Mientras las denuncias por abusos pederastas de los sacerdotes se multiplican en EEUU, Irlanda, Alemania, Bélgica, etc, en nuestro país (donde casi todo el mundo sabe que han sido generalizados durante décadas) se sigue negando la evidencia. ¿Cuántos españoles saben que el Supremo condenó a la Iglesia, hace más de cinco años, por no vigilar a los curas pedófilos? El alto tribunal sentenció en 2007 que el Arzobispado de Madrid fue responsable civil subsidiario en el caso del cura pederasta del barrio de Aluche.

Pero fueron necesarios siete años de procedimientos judiciales, y de recursos eclesiásticos (financiados al menos en parte con el dinero que los contribuyentes entregamos obligatoriamente a la Iglesia) presentados por el cardenal Antonio María Rouco Varela, para que finalmente el Supremo dictaminase inapelablemente que el Arzobispado de Madrid infringió sus propios cánones del Código de Derecho Canónico, que le obligan a labores de vigilancia y control sobre los párrocos de su diócesis. Por descontado, Rouco ha sido elector y elegible en este Cónclave.

Ahora tendremos dos papas, y es posible que el emérito se haya refugiado en la clausura ante el avance de las investigaciones judiciales internacionales sobre su encubrimiento de esos delitos sexuales eclesiales, que sin lugar a dudas conocía perfectamente mientras dirigía la Congregación para la Doctrina de la Fe y perseguía a religiosos por denunciar tiranías e injusticias en Latinoamérica. El Centro por los Derechos Constitucionales (CCR) estadounidense presentó una querella en septiembre de 2011 ante la Corte Penal Internacional contra Ratzinger y otros altos cargos del Vaticano, en nombre de las víctimas, denunciando que "el Papa es responsable de violación y de otros abusos sexuales en todo el mundo, ya sea por su ejercicio de responsabilidad superior como por su implicación directa en tapar los crímenes".

Hablando de crímenes... ¿Nos explicará el Santo Padre por qué censuró un documento para ocultar la complicidad del Episcopado argentino con la Junta Militar de Videla, omitiendo el párrafo en el que dos cardenales y un obispo expresaban su "adhesión" al "proceso de re-organización del País, emprendido y encabezado por las Fuerzas Armadas"? ¿Nos aclarará Su Santidad por qué expulsó de la Compañía de Jesús a dos sacerdotes que trabajaban en una "villa miseria" justo una semana antes de que fueran secuestrados y torturados en la atroz ESMA? La verdad es que la Iglesia católica debería dar muchas explicaciones sobre sus relaciones con las dictaduras de Latinoamérica... Aunque claro que nunca las dio sobre su apoyo al fascismo franquista.

En la propia Santa Sede, la sucesión de escándalos de espionaje (el Vatileaks del mayordomo del Papa); de intercambio de favores sexuales entre seminaristas, laicos y prelados que se citaban en los lugares más insospechados de Roma, y de corrupción en la Banca Vaticana (donde se lavó durante décadas el dinero de la Cosa Nostra, los narcos y los traficantes de armas), es muy probable que sea el verdadero motivo de la histórica decisión de Ratzinger de renunciar a la silla de San Pedro y retirarse a lamer las heridas de las intrigas del padrino de toda esa mafia.

Tan ardua es la tarea de limpieza interna que espera al nuevo Pontífice, que no basta con el Espíritu Santo. Lo mejor será que baje Dios y lo vea; porque lo que está ocurriendo en su Iglesia, si no se ve no se cree.

 

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