El tablero global

Una cruda alianza entre el islam y China

En menos de un mes, los precios del petróleo se han disparado un 25%, hasta superar los 80 dólares por barril, sin que la incipiente recuperación económica pueda justificar semejante encarecimiento. Así que, planteaba hace pocos días The New York Times, "la pregunta más desconcertante es ¿por qué es tan alto el precio [del crudo] mientras el mundo sigue inmerso en una de las peores recesiones en más de medio siglo?"
La primera explicación está en la debilidad del dólar, que anima a los inversores con euros y otras divisas a comprar stocks petrolíferos en la moneda norteamericana. Maniobra especulativa que esperan rentabilizar cuando se cumplan las previsiones de una gran demanda, el año próximo, por parte de Asia.
Esa es la segunda explicación. China y otras potencias asiáticas se están recuperando de la crisis financiera global con una celeridad inusitada: la recuperación económica más rápida que haya vivido Asia en los últimos 50 años. Los países asiáticos y del Pacífico son responsables del 87% del aumento del consumo energético mundial. Eso, claro, multiplica los precios de las fuentes de energía.

La tercera razón, menos conocida, es la falta de elasticidad del sistema de cotización del petróleo, una vez terminada la era en la que los productores podían extraer rápidamente más crudo en cuanto subía la demanda. Los antiguos pozos en funcionamiento cada vez producen menos porque su capacidad está en declive, mientras que la recesión mundial y la anterior caída de precios frenaron las inversiones en exploración de nuevos yacimientos y desarrollo de nuevos métodos de extracción. Además, las reservas de fácil explotación, el petróleo barato, están en países complicados (como Arabia Saudí, Irak e Irán) o cuyos gobiernos han limitado el negocio de las transnacionales (como Venezuela, Brasil y Rusia).
Según los altos ejecutivos de las multinacionales petrolíferas, su margen de beneficios cuando el barril de crudo está a menos de 60 dólares no les permite invertir en nuevos pozos. Más aún, dicen que el suelo mínimo es de 70 dólares/barril para que su industria prospere. Así que eso es lo que han conseguido, permitiendo una drástica caída de las reservas, con la ayuda de la OPEP, que por primera vez ha cumplido a rajatabla su decisión de reducir la producción para elevar los precios.
En consecuencia, los analistas prevén que el barril estará en torno a los 100 dólares en los próximos años, sobre todo a causa del renovado crecimiento económico de China. Pero existe un cuarto motivo, del que también es protagonista el gigante asiático: su afán por controlar las reservas mundiales de crudo le ha llevado a liderar la maniobra para reemplazar al dólar, como referencia de pago del petróleo, por una cesta de monedas con el euro, el yuan, el yen y una nueva creada por los países del golfo Pérsico.
Ahora bien, ¿por qué el mundo islámico está ayudando a China en ese empeño? No hay más que pensar en las decenas de miles de árabes que han muerto en la guerra de Irak para comprender que Bush perjudicó a los intereses de EEUU más de lo que se cree, al empujar a los países musulmanes en los brazos de la otra superpotencia planetaria.

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