El tablero global

Unos políticos sin corazón

El senador republicano Rusell Pearce, impulsor de la ley anti-inmigrantes de Arizona, fue en su juventud ayudante del sheriff del condado de Maricopa y de aquella época conserva su afición por las armas de fuego, su fe mormona y su odio hacia los que llama "invasores". Ya los detestaba incluso antes de que su hijo Sean, también ayudante de sheriff, muriese en un tiroteo con los coyotes que trafican con seres humanos. Aquello llevó al paroxismo su fobia a los espaldas mojadas, pese a que son las víctimas de esos desalmados.
Hoy, Pearce bromea con que el hecho de ser republicano, y por tanto no tener corazón, le salvó la vida cuando recibió un tiro en el pecho en una ocasión. Pero su legislación no es cosa de broma: en un Estado de abrumadora mayoría blanca, todos los hispanos tendrán que identificarse una y otra vez ante los policías locales con los que se topen por la calle, en un régimen de persecución racial que hasta el arzobispo de Los Ángeles, Roger Mahony, ha comparado con "las técnicas de la Alemania nazi".

En cuanto a la falta de corazón de los políticos republicanos, han sido muchos de ellos los que se han ganado esa fama, con medidas tanto o más despiadadas que la que impulsa Pearce. Como su empeño en abolir los cupones de comida que ayudan a alimentar a uno de cada ocho estadounidenses, y a uno de cada cuatro niños en EEUU.
En las urbes sureñas con gran población inmigrante, más de la mitad de los niños comen gracias a esos cupones. Pese a ello, más de un millón de menores se acuestan cada noche con hambre en el país más próspero y rico del mundo. Las legiones de hambrientos suman ya 50 millones de personas (que no pueden comprar suficiente comida) a causa de la crisis provocada por leyes republicanas diseñadas para enriquecer a los tiburones de Wall Street.
Ahora dicen que creían de corazón en las virtudes de esa política insolidaria. ¿Sí?

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