A contracorriente

Guantánamo es el infierno en la tierra

Ya pasaron 12 años de su instalación, cinco de la promesa del presidente Barack Obama de que lo cerraría. Pero la base de Guantánamo sigue como el peor atentado a los derechos humanos en décadas. Nada se compara en el mundo de hoy a las violaciones a los derechos más elementales de los seres humanos que ocurren en Guantánamo.

Por eso Estados Unidos instaló la base lejos de su territorio, fuera de cualquier circunscripción, de cualquier tipo de control jurídico. En el limbo constituido por esa otra monstruosidad, un territorio imperial inscrustrado en el territorio cubano, en contra de la voluntad soberana del pueblo de Cuba.

Así, en ese espacio de nadie –o mejor dicho, del terror imperial– siguen sucediéndose las peores formas de maltrato contra seres humanos. Ellos han llegado a la prisión amarrados como animales, con capuchas, despojados de la fisionomía que recordara que se trata de seres humanos, para que así puedan ser tratados como bestias.

Presos en jaulas como animales salvajes y amarrados todo el tiempo, sin poder siquiera leer el Corán; además, a las decenas de presos que se mantienen en huelga de hambre se les alimenta a la fuerza, situacion inhumana, y que es ignorada en el mundo.

Acusados de terrorismo, sin pruebas, sin obligación de cumplir normas jurídicas, sin tener que probar nada a nadie, ellos son las víctimas de la cobardía internacional. No hay ninguna gran iniciativa en el mundo que busque acusar y castigar lo que Estados Unidos hace en Guantánamo, como si fuera su patio trasero en la era de la guerra fría.

Cerca de 800 personas pasaron por ese infierno, 150 aún están ahí, nueve murieron, apenas siete fueron condenados. De ellos, cinco podrán apelar a acuerdos que podrían permitirles salir de prisión. Dos de los acusados podrían ser condenados a muerte.

Estados Unidos debería, además de ser condenado expresamente por todos los organismos internacionales que se ocupan de los derechos humanos, estar excluidos de participar y de pronunciarse sobre la situación de los derechos humanos en cualquier lugar del mundo, mientras siga existiendo Guantánamo. Menos todavía podría ser la sede de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de la Organización de Estados Americanos.

Guantánamo es la más grande vergüenza mundial en el trato de seres humanos. Los países que reivindican políticas externas soberanas tienen que unirse y exigir el fin de la prisión de Guantánamo y, además, la devolución a Cuba de ese territorio que no le pertenece.

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