A contracorriente

"No hay para todos"

Eso decía el eslogan de campaña del PP en Catalunya en las últimas elecciones. Malthusianamente, está claro que se quedan afuera los más frágiles, los más necesitados.

Es la versión siglo XXI de la temática neoliberal de la "gobernabilidad": los derechos afirmados legalmente vuelven ingobernables los Estados. Hay desequilibrio entre cabezas y sombreros. En lugar de producirse más sombreros, se cortan cabezas.

A eso se está reducido el capitalismo en su era liberal de mercado. Triunfan los más competentes, los más listos, los que han acumulado fuerza y riqueza para competir en mejores condiciones. Los otros quedan condenados a su incompetencia. O, como decía un ex-ministro de Brasil: "El problema de los pobres es que tienen amigos pobres".

Cuando reina el mercado, la vida de las personas depende del juego de la competencia. No un "libre" juego, sino un juego con cartas marcadas, donde el fuerte se vuelve más fuerte y hace que el débil pierda siempre. Si se trata de un capitalismo de ruleta – como dicen algunos – la ruleta está viciada y hace ganar siempre al que ya está que ganando.

La crisis actual lo ha confirmado. Al inicio, había que salvar a los bancos, sino el tejado caería sobre nuestras cabezas. Se ha salvado a los bancos. Pero los bancos se han salvado a sí mismos y cuando la crisis arreció, los que han quebrado son los países, mientras los bancos y los altos ejecutivos de las grandes empresas se han vuelto aún más ricos.

"No hay para todos" fue la confesión sincera de quien sabe que la crisis es un filtro, que excluye los derechos de los mas débiles y concentra todavía más la renta y el poder. Hay economías que empiezan a recuperarse, pero sin reflejo en el nivel de empleo – índice más directo de las necesidades de la gran mayoría, que vive de su trabajo.

La Ministra de Desarrollo Social de México afirma que "no se darán más ayudas a las madres que tienen más de 3 hijos, porque sólo procrean para recibir ayudas." El criterio no es la necesidad, sino la selección de recursos que impone el ajuste fiscal.

Por eso la crisis no es una anomalía en el capitalismo, es un momento esencial para su reproducción y revela la verdadera cara del sistema. Un análisis de la crisis actual – iniciada en 2008 y sin fecha para terminar – es una clase de formación política.

Queda claro que el capitalismo no es un sistema hecho para producir, sino para acumular. Si no existen incentivos, no hay inversión. Si la mejor manera de acumular es la producción, se canalizan hacia ella los capitales. Si no, los concentra en la especulación financiera.

Es lo que caracteriza el capitalismo en su fase actual. Del Estado de Bienestar, de Estados que reconocían el derecho a tener derechos, a Estados que promueven el abandono y el sálvese quien pueda, el "No hay para todos".

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