A contracorriente

El Brasil de Lula sigue adelante

Por cuarta vez consecutiva el Partido de los Trabajadores gana las elecciones presidenciales en Brasil que, nuevamente, se ha resuelto entre candidatos del PT y del Partido de la Social Democracia Brasileña. Esta vez la campaña tuvo idas y venidas, especialmente desde mitad de agosto hasta la segunda vuelta, a finales de octubre, y ha terminado con la decisión de los brasileños de seguir el camino iniciado en 2003 con el primer gobierno de Lula.

Entre el modelo neoliberal de la oposición y la vía de salida a ese neoliberalismo propuesta por el Gobierno, los brasileños han optado por el camino que Lula inició. Serán por lo menos 16 años seguidos de gobiernos del PT, el período más largo de continuidad de un partido en el gobierno en la democracia brasileña.

Lula decía que era mejor ganar en segunda vuelta porque en la contraposición de dos proyectos las alternativas y sus diferencias quedan más claras. Y así ha sido: se han contrapuesto las políticas de centralidad del mercado de libre comercio, de reducción del peso del Estado, de rebaja salarial, de aumento del desempleo, de contracción de los bancos públicos, de alianzas internacionales privilegiando a EEUU, que el candidato de la oposición ha puesto sobre la mesa.

Frente a estas medidas, Dilma ha abogado por una orientación de continuidad de las políticas sociales como eje central del gobierno, con una acción dinámica del Estado, fortaleciendo las alianzas regionales y con el Sur, de garantía del nivel de empleo y de aumentos de los salarios por encima de la inflación.

La duda era si el Brasil de Lula seguiría adelante o si la notable experiencia de los gobiernos del PT terminaría en 2014. Hubo oscilaciones en la campaña electoral, pero la disputa más grande se ha producido en torno a las agendas, o lo que es lo mismo, sobre qué temas preocupan más a los brasileños.

Valiéndose del monopolio de los medios de comunicación, la oposición jugó fuerte en dos planos. Por una parte, una supuesta crisis económica, que se materializaría en cierto descontrol inflacionario, en más desempleo y en el estancamiento económico. Una encuesta de Folha de São Paulo ha revelado que una de las razones del crecimiento de Dilma ha sido el fracaso de ese terrorismo económico. La gran mayoría de los brasileños —incluidos los que votan a la oposición— son optimistas respecto a la situación económica de Brasil.

El otro tema central son las denuncias de corrupción, que en el ultimo período de la campana se han concentrado sobre Petrobras. El cansancio respecto a la campaña de denuncias —muchas de ellas sin pruebas— ha hecho que este asunto perdiera efecto.

La campaña de Dilma, valiéndose de los programas de televisión y de una intensificación de la movilización política conducida por ella y por Lula en todo el país, junto con una gran participación de la militancia del PT y de toda la izquierda, ha logrado convencer a la gran mayoría de que las conquistas fundamentales de los gobiernos del PT estarían en riesgo en caso de que ganara la oposición. Además, la contraposición de las trayectorias personales y políticas de los dos candidatos sirvió para evidenciar las cualidades de Dilma, en contraste con las fragilidad de la figura de Aecio.

En su conjunto, se fue diseñando, desde el domingo anterior a la segunda vuelta, una situación en la que el nivel de rechazo a Aecio superaba al de Dilma, anunciando de antemano un viraje que se consolidó a lo largo de la última semana, hasta llegar a la victoria de ayer. La militancia de izquierda ha ganado las calles de todo el país y la segunda vuelta ha evidenciado una clara contraposición entre izquierda y derecha, configurando el viraje y el triunfo de Dilma.

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