A contracorriente

Financiación y judicialización corroen a la democracia

Emir Sader

La crisis de la democracia es hoy una evidencia a escala mundial. El Brexit, la elección de Donald Trump, el golpe de estado en Brasil... son síntomas evidentes de un fenómeno que cruza desde América Latina y Europa a los EEUU, pasando por África Asia, como Sudáfrica e India, entre otros.

¿Que factores afectan a países y continentes tan distintos para que la crisis de la democracia se exprese como fenómeno global y como un rasgo central del período político actual en el mundo?

Antes de todo, la financiación de la economía, elemento determinante del período marcado por la hegemonía del modelo neoliberal: la desregulación promovida por ese modelo llevó a la predominancia del capital financiero, bajo su forma especulativa, sobre el conjunto de las economías del mundo.

Esa predominancia tiene algunos rasgos destacables. El primero la subordinación del capital productivo al especulativo. La segunda, la promoción del sistema bancario como eje de las economías. La tercera, la baja tasa de crecimiento económico, con economías regularmente estancadas o en proceso de estancamiento, como reflejo de la hegemonía de un capital que vive del endeudamiento de los Estados, empresas y personas.

Otra de sus consecuencia es la apropiación del poder para tomar decisiones que nortean a las economías por parte del capital financiero, ya sea desde Bancos Centrales independientes o desde fuera de los gobiernos, vaciando el poder de decisión de los gobiernos sobre los temas económicos. Esa tendencia, que se venía dibujando a lo largo el tiempo, se consolida en la globalizan y tiene su auge en los gobiernos neoliberales, aunque su carácter estructural hace que aparezca también en los gobiernos antineoliberales, que tienen en ese elemento un limite para su acción.

La hegemonía del capital financiero, como elemento de estancamiento económico, impone la recesión como tendencia predominante. Las tasas de interés alto son uno de los factores que presionan en esa dirección, frenando la capacidad de recuperación del crecimiento de las economías. Por ello vivimos, desde hace ya algunas década, en un ciclo largo recesivo del capitalismo a escala mundial, que no tiene fecha para terminar, como se ve en el prolongamiento indefinido de la recesión en Europa.

Ese factor trasforma a las estructuras mismas de poder de la sociedad, expropiando a los gobiernos, como representaciones democráticas de la voluntad mayoritaria del pueblo, el poder de decidir sobre los rumbos de la economía. También por el hecho de que se trata de una tendencia global, que pesa desde fuera sobre los gobiernos nacionales de forma dura. Esa es una de las tendencias estructurales que producen la crisis de las democracias, sea en EEUU, en América Latina, en Europa, en Asia y en África.

Otro elemento que se esta expandiendo de forma vertiginosa en el mundo es la judicialización de la política. Conforme los gobiernos neoliberales pierden apoyo popular y tienden a perder elecciones, la derecha busca nuevas estrategias para oponerse a los gobiernos populares y a sus líderes, que defienden programas superadores del neoliberalismo.

Los casos de Argentina y de Brasil son muy evidentes. Se trata de intentar descalificar a los gobiernos antineoliberales y a sus líderes, con acusación de corrupción, desviando el debate sobre las grandes alternativas para los países – de que la referencia al neoliberealismo es central – para intentar sacar de la disputa política lideres que representan a ese modelo.

Las acciones son muy similares. Los medios y el poder judicial se unen para descalificar públicamente a líderes populares en base a sospechas, forjando rechazos públicos y desplazando la agenda central de los proyectos para el país hacia el tema de la corrupción.
Esas formas de acción son tratadas en las obras de Giorgio Agamben, sobre los Estados de excepción, y de John Comaroff sobre el lawfare.

La financiación produce mas concentración de renta, desigualdad y exclusión social. La judicialización promueve el descrédito en los sistemas políticos democráticos. En su conjunción, se producen las crisis de los sistemas políticos, como han existido hasta aquí. Se abre, así, un periodo marcado por la crisis de la democracia.

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