Tierra de nadie

Besos contra la paranoia

Ni el de Klimt, que era en escorzo y más dorado que un tríptico bizantino, ni el de Judas, tan siciliano, ni siquiera el de marinero y la enfermera celebrando el final de la II Guerra Mundial en Times Square que inmortalizó Life. El beso más famoso del mundo se lo dieron el martes la ministra Trinidad Jiménez y la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, en abierto desafío a N1H1, un bichito al que habría que erigir un monumento por su contribución al consenso entre socialistas y populares. Con razón Swift quería saber quién fue el loco que inventó el beso, que a este paso acabará siendo la única vacuna contra esta locura de asepsia que se ha apoderado del mundo a cuenta de la gripe A.

Estamos ante una pandemia democrática. Que se sepa, dos presidentes, el de Colombia, Álvaro Uribe, y el de Costa Rica, Oscar Arias, han sentido sus fiebres. Aún así parece poco. Debe de ser porque los gobernantes apenas se relacionan con el vulgo o, quizás, porque a estos señores no hay quien les tosa. Según las estadísticas de la OMS, hasta agosto el virus había sido determinante en el fallecimiento de 1.200 personas en todo el mundo. El mismo organismo certifica que el paludismo mata cada día a 3.000 personas, que 1,5 millones se van al otro barrio anualmente a causa de la tuberculosis o que otras 900.000 dejan esta valle de lágrimas tras contraer el sarampión.

Ello no ha impedido que vivamos en la paranoia, que es como la del PP pero más prosaica, sin espías ni persecuciones y sin visiones alucinógenas como la de Rajoy en bañador de rayas al trote por la playa de la Lanzada. Con la demencia colectiva se están forrando Roche y Glaxo, que son los fabricantes de los antivirales Tamiflú y Relenza, y que preparan millones de vacunas para que los gobiernos conjuren nuestros miedos. El 4 de marzo Roche cotizaba en la bolsa de Zurich a 122,8 francos la acción; el 12 de agosto, a 191,3; ayer estaba en torno a los 167. Una buena inversión.

Aquí lo tenemos todo dispuesto para que los estornudos no nos distraigan. Vacunaremos a los policías, a los bomberos, a los sanitarios, a los enfermos crónicos, a las embarazadas cuando sea seguro, a los niños si el PP se pone muy pesado, a los ancianos si lo exige CiU, y a los parados sin protección desde enero, llegado el caso. Solo así estaremos preparados para besarnos sin freno y hasta con lengua.

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