Tierra de nadie

Obama toma lecciones de Europa

En contra de lo que opina Aznar, que además del sueldo de Murdoch debe de cobrar algún estipendio del Vaticano, el rasgo distintivo de Europa no es el crucifijo ni sus raíces cristianas, sino la arquitectura social con la puso en pie el Estado del Bienestar, gracias al cual los ciudadanos dejaron de ser culpables de su pobreza. No fue un regalo sino una conquista del socialismo, al que, primero en Alemania y luego en Reino Unido o Francia, se trató de combatir con pensiones de vejez e incapacidad, seguros de enfermedad y de accidentes de trabajo, para desactivar las ideas revolucionarias que habían prendido en unas clases trabajadoras sumidas en la indigencia.

Por aquella lucha, la educación o la sanidad son aquí un derecho y no un ejercicio de caridad, y en eso habrá que reconocer que llevamos algunas décadas de ventaja a Estados Unidos, donde ahora se debate si el Estado ha de amparar a 50 millones de personas que tienen prohibido enfermar porque no pueden pagar un seguro médico privado, ya que House y sus colegas cobran un pico y se pasan el juramento hipocrático por el fonendo.

El paraíso de los liberales tiene en el tema sanitario un conflicto irresoluble. ¿Cómo explicar que el gasto médico por estadounidense sea 1,5 veces más caro que en cualquier país avanzado? Pues para empezar porque en el sacrosanto reino de la competencia no se autorizan medicamentos de otros países y las farmacéuticas fijan precios a su antojo, de manera que las aspirinas canadienses son tres veces más baratas que las que se venden en Iowa. Y porque los médicos, para protegerse de las demandas por negligencia, no dudan en encargar un escáner cerebral antes de diagnosticar un sarampión.

Empeñado en sacar adelante su revolución sanitaria, Obama ha dicho a senadores y congresistas por vía oral que es una vergüenza y una inmoralidad que la democracia más rica del planeta permita la penuria de millones de compatriotas. La universalización costará en diez años 1,5 billones de dólares, parte de los cuales se pagarían con impuestos a las hamburguesas, para que los obesos se retraigan y no jodan con los infartos. Mientras, las aseguradoras, a las que se permite no dar cobertura a quienes padecen alguna enfermedad previa, se están gastando un ojo en combatir el sueño presidencial. Da gusto ser europeo y toser libremente, aunque sea gripe A.

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