Tierra de nadie

Trajes de cristal para políticos

Decididamente, el cristal es incomodísimo como prenda de vestir. La malvada hada madrina hizo que Cenicienta se calzara unos zapatos de Murano de tacón alto y, además de perder uno, tuvo unas ampollas horribles, que es lo que no se explica en el cuento. Para evitar rozaduras, los políticos nos ofrecen el trampantojo de unos bolsillos de cristal, a través de los que sólo se ve justo lo que ellos quieren mostrar. Es una transparencia velada, muy parecida a la de Sara Montiel cuando exigía tapar el objetivo de la cámara con una media para disimular las arrugas, en un singular precedente del moderno Photoshop.

Los miembros del Gobierno han hecho público su peculio a través del BOE y gracias a ello nos hemos enterado que la biotecnología se ha portado divinamente con ministra Cristina Garmendía, que a Miguel Sebastián el BBVA le puso en casa cuando le dio boleto de su servicio de estudios o que Bibiana Aido está a la cuarta pregunta en comparación con sus colegas de gabinete. Poco más aporta esta transparente información, al margen de que algunos de ellos han debido de agradecer la eliminación del impuesto sobre el Patrimonio.

Para los ciudadanos y para la higiene democrática del país sería más efectivo que se nos diera cuenta en tiempo real de la evolución de los bienes de nuestros servidores públicos, de manera que sepamos si el diputado que impulsa una ley que favorece a las empresas de telecomunicaciones tiene acciones de Telefónica, qué nuevo palacete sin baños se ha comprado Jaume Matas o quién es el generoso mecenas que regala a nuestro Rey el último modelo de Maserati. Esa información, permanentemente actualizada so pena de destitución fulminante o recriminación pública, es la mejor vacuna contra la corrupción.

El día en que cada contrato público tenga un sitio en internet y cualquiera pueda fiscalizar quién, a quién, por cuánto se adjudica y cómo se va abonando, el día en que los movimientos de caja de los partidos y su endeudamiento puedan ser revisados en el acto por quienes les pagamos la fiesta podremos aspirar a alejarnos de Qatar y de San Vicente, que por lo visto es un país, en el ranking mundial de la corrupción. Los políticos han de vestir trajes de cristal de la cabeza a los pies. Y si les salen ampollas, que se aguanten.

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