Tierra de nadie

Vida y dinero después de la política

No deja de ser curioso que, siendo la alta política una actividad con escaso crédito social y bajos sueldos en relación al sacrificio personal que sus protagonistas aseguran que les exige, nunca falten voluntarios. Diríase que nuestros más reputados servidores públicos son seres altruistas, capaces de renunciar a su propio bienestar por el bien común, o que gozan con este masoquismo de salón, sin fusta o con ella. De hecho, se ha convertido en axioma que cualquiera de ellos viviría mejor en el ejercicio de su profesión, sería más feliz y tendría más dinero. La afirmación es, cuando menos, discutible.

Lo incuestionable es que, salvo contadas excepciones, quienes abandonan voluntariamente la primera línea de lo público experimentan un notable aumento de ingresos, lo que obliga a rescribir la tesis de Zaplana de que lo mejor para hacerse rico es estar en política de la siguiente manera: lo mejor para hacerse rico o, al menos, para intentarlo seriamente, es haber estado en política. Este tránsito hacia una existencia más confortable apenas recibe cuestionamientos, cuando no goza del aplauso unánime. Quien ayer era un sectario sin escrúpulos para sus detractores, puede acabar siendo al descuido un padre de la patria y vivir como un marqués.

Un ex político es un ser respetado al que, por su trayectoria se supone preparadísimo. Puede ser lo que quiera, desde embajador plenipotenciario a consejero de Murdoch, pasando por presidente de banco o consejero de Telefónica. Pocos vuelven a lo que fueron. ¿Alguien imagina a González reabriendo su despacho laboralista en Sevilla o a Aznar regresando a la inspección de Hacienda? ¿Se disputarían las multinacionales a Rato de haber seguido al frente de sus empresas familiares? ¿Hubiera fichado Jordi Sevilla por Price? ¿Y Acebes? ¿Qué sería Acebes?

Así considerada, la política ha de entenderse como una inversión de futuro. Ello explicaría las lágrimas de quienes se ven apartados de ella bruscamente, sin haber obtenido los trienios necesarios para acceder a la siguiente fase. Las destituciones son una tragedia griega. Jesús Posada, habitual de los Gobiernos de Aznar, ha mantenido siempre que ser ministro mola, pero que de ex ministro no hay quien te eche. Lleva razón el de Soria. La de ex ministro, ex alto cargo o ex diputado son profesiones con poco paro y bien remuneradas.

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