Tierra de nadie

El PP reza el rosario de la aurora

Lo del PP va camino de acabar como el rosario de la aurora. A uno le preocupa por su líder, que es hombre de costumbres ordenadas, y al que no hay día que el alboroto no le fastidie la siesta. Cuando no es la "gestapillo" de la Comunidad de Madrid -en afortunada expresión del vicealcalde de Gallardón-, es la sastrería valenciana; cuando no son las comisiones de la Gürtel, es el palacio de saldo de Jaume Matas; cuando no son las lágrimas de Costa sobre su cocodrilo Lacoste, es la reyerta de Cajamadrid. Si no hay nada como un botón y una cuenta atrás para simbolizar la autodestrucción, la película de la derecha está en el plano en el que Rajoy se sienta distraídamente en el pulsador rojo mientras enciende un habano. El resto es cuestión de tiempo.

La última pendencia la ha protagonizado Manuel Cobo, a quien el alcalde de la corazonada ha lanzado a la arena de El País para decir que Esperanza Aguirre es un híbrido entre Stalin y la bruja Lubina de los Lunis, que recluta a sus colaboradores en la red del alcantarillado, y a la que hay que impedir que se salga con la suya en la guerra de Cajamadrid porque su siguiente objetivo será devolver a Rajoy al registro de la propiedad de Santa Pola. La presidenta se ha molestado, no tanto por el retrato de sus ambiciones, sino porque se haya burlado de su condición de liberal, y se ha propuesto ponerle de patitas en la calle, a ser posible dentro de una de las zanjas que tiene abiertas su jefe en el centro de la ciudad. Lo normal entre compañeros.

Teóricamente, las pulsiones suicidas del PP en Madrid y Valencia deberían beneficiar al PSOE, pero para eso los socialistas habrían de exhibir algún tipo de inteligencia política, una cualidad a cuyo reparto Tomás Gómez y Jorge Alarte, sus cabecillas regionales, llegaron tarde, posiblemente víctimas de algún atasco. El caso de Gómez es paradigmático. Este hombre no sacaría tajada de un matadero industrial. Va a ser que es vegetariano.

Ante el nuevo conflicto, lo previsible es Rajoy vuelva a esconderse una temporada y que sus acólitos alaben por enésima vez su prudencia, hasta que un día ya no salga de casa. El partido de la unidad, el de la piña sobre campo de hormigón en su escudo, es hoy una jauría desbocada. Mientras, tic, tac, tic, tac, la cuenta atrás prosigue su curso. Más que un presidente, a esta gente le haría falta un tedax.

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