Tierra de nadie

La niña de Rajoy no vive en Yebra

Con estos chicos del PP uno nunca sabe a qué carta quedarse. Tan pesados se pusieron con los beneficios de lo nuclear, una energía buena, bonita, barata y más limpia que una madre, que llegado el momento de buscar un almacén para sus residuos nadie descartaba que el mismísimo Rajoy ofreciera como emplazamiento el jardín de su casa, justo al lado del macizo de hortensias. En su defecto, cabía esperar que miles de municipios regentados por los populares se disputaran el honor de acoger el cementerio, ya que siendo una energía tan ecológica sus desechos no han de ser más nocivos que la caquita de un bebé. Nada de eso ha ocurrido. Contra todo pronóstico, sólo se ha ofrecido voluntaria una localidad de Guadalajara, Yebra, donde ha faltado poco para que partidarios y detractores del almacén se liaran a guantazos.

Conociendo la pasión que el uranio enriquecido despierta entre sus filas, lo normal hubiera sido que la presidenta regional y secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, hubiera corrido a felicitar al alcalde de Yebra, Pedro Sánchez, por su clarividencia y arrojo. Pero hete aquí que a Sánchez y a los cuatro concejales que le secundaron les espera un expediente por desobedecer la consigna del partido, y hasta es posible que les den por el átomo y les suspendan de militancia. ¿Alguien lo entiende?

Lo de Cospedal es incompresible. En su opinión, Castilla-La Mancha ya ha sido tremendamente solidaria en lo que a lo nuclear se refiere. A mí que me lo expliquen. ¿No habíamos quedado en que lo serio, lo moderno, lo rentable y lo más respetuoso con el medio ambiente era lo radiactivo? ¿No nos dijeron que las centrales y sus desperdicios eran más seguros que Fort Knox y que los pueblos que habían acogido sus cúpulas renacentistas eran islas de prosperidad en la que sus moradores competían por ver quién tenía más grande la cuenta corriente?

Recientemente, Rajoy nos había confesado que su niña era Lisa Simpson quien, como todo el mundo sabe, tiene un progenitor amarillo que está a cargo de un reactor nuclear. Uno la imaginaba correteando feliz por Yebra o por Garoña, que es otro paraíso para esa infancia que tiene principios y valores y no se deja influenciar por el trasnochado lobby verde. En Yebra, por lo visto, ni está ni se la espera. Habrá que esperar a que Mariano nos dé una pista fiable sobre su paradero.

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