Tierra de nadie

Una oración contra el vía crucis

Como lo de Zapatero empieza a ser un vía crucis, su oración de ayer en Washington no deja de tener su lógica. A este hombre le ha mirado un tuerto, le han hecho vudú en la foto del DNI y, por si ni así se rendía, le han maldecido al salir de la ducha. Hay que creer en el mal fario del presidente o, cuando menos, en la estulticia de sus asesores, que eso es como tener la mala suerte en nómina y pagándola pluses. Sólo así puede entenderse la cadena de despropósitos en los que se ha visto envuelto desde que aceptó ir a Davos a explicar sin intérprete por qué no tenía que estar sentado al lado del presidente griego, que eso no es que fuera un maleficio sino un suicidio asistido.

Se trataba de informar al país de que la crisis no remite, que los organismos internacionales nos han colocado en la lista negra y que para evitar que la inversión extranjera huya en estampida era necesario asumir sacrificios importantes, desde recortes en el gasto a reformas en las pensiones. Noticias como esa, que implican una conversión a la fe que predica el PP, no le transforman a uno en el chico más popular de la fiesta, pero pueden hacerse digeribles con cierta pedagogía. Sin esperar ningún entusiasmo, hubiera sido posible incluso lograr algunas adhesiones y, de paso, descolocar a la oposición, que no podría seguir criticando una política económica que es la suya.

En vez de eso, lo que se ha conseguido en sembrar el pánico y dar la imagen de un Gobierno a la deriva, que puede sostener un día que su plan son lentejas y al siguiente afirmar que todo es matizable, o que puede enviar a Bruselas sus estudiadísimas propuestas y pasarlas el tippex antes de que llegue el cartero, con el argumento de que sólo eran una hipótesis de trabajo. En medio del desconcierto, los sindicatos se han plantado y el PP, que no sabe si pedir elecciones anticipadas, presentar una moción de censura o ambas cosas, duda si está ante un regalo caído del cielo o si es víctima de una broma con cámara oculta.

Por muchos gatos negros que se les crucen en el camino, Zapatero está obligado a poner orden en un Gobierno al que ya nadie toma en serio. Quizás la remodelación no deba demorarse hasta el final de la presidencia europea. Decían que el presidente tenía un flor, que ha debido de marchitarse en este largo invierno. En febrero empieza la primavera, pero sólo en El Corte Inglés.

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