Tierra de nadie

La negociación del pacto imposible

Salvo para el Gobierno, que ya tiene costumbre, es difícil ser optimista sobre la evolución económica cuando las estadísticas del desempleo recuerdan cada mes que el INEM se aproxima en número de habitantes al de Madrid y su área metropolitana. El paro es una losa para Zapatero, pero también ha empezado a serlo para el conjunto de la clase política, a la que la ciudadanía exige algún tipo de iniciativa conjunta por mínima que sea. En eso están teóricamente los grupos políticos, a los que la troika monclovita entregó el lunes sus propuestas de consenso que, como los diez mandamientos, pueden resumirse en dos: ayudar a la construcción y remedar una suerte de banca pública para que los créditos del ICO lleguen directamente a las empresas.

Aunque tardías, son dos medidas acertadas. De las ayudas fiscales a la construcción puede objetarse que caminan en la dirección contraria de ese nuevo modelo productivo que iba a convertirnos en la capital del silicio y de los nanoconductores. Pero en su defensa cabe decir que un sector que ha llegado a representar el 13% del PIB no puede abandonarse a su suerte, especialmente porque crea trabajo de manera intensiva –lo que alivia las cifras del paro- y porque sólo Merlín en sus mejores tiempos al servicio de Arturo podría reciclar a todos los albañiles patrios en ingenieros de telecomunicaciones.

Eliminar los obstáculos de la banca a los créditos del ICO y asumir directamente su gestión y su cobertura será, junto a la reducción de los tiempos de espera en el cobro de facturas, la tabla de salvación para muchas empresas que tienen estrangulada su financiación. Con una banca pública se hubiera paliado este problema hace ya mucho tiempo, pero como lo moderno es que no exista la única alternativa es reinventarla.

Lo más importante, sin embargo, será reestructurar el sistema financiero, misión que se adjudica al gobernador del Banco de España, al que se pide que encuentre un hueco y se dedique a lo suyo, en vez de hacer de activista del abaratamiento del despido. En conjunto, el pacto que ofrece el Gobierno es de baja intensidad, como si no quisiera molestar a nadie. Ni contiene medidas espectaculares ni arreglará el mundo aunque, a cambio, podría ofrecer cierta confianza. ¿Que qué dice el PP? Pues que no es partidario.

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