Tierra de nadie

Rueda de prensa en el Supremo

Al Supremo solía llamársele Alto Tribunal, que es calificativo que viste mucho y da prestancia. A los magistrados de esta institución de tan elevada estatura les pasa un poco como al Papa, un simple y dubitativo cardenal que, elevado al trono de San Pedro, se torna infalible por el capricho de una paloma que se le posa en la cabeza. Desde su altura y en medio del boato que les acompaña, los miembros del Supremo no están acostumbrados a que se les discuta y menos a que se les vitupere. De ahí su desconcierto ante el vendaval de descalificaciones que ha suscitado su proceso a Garzón, a quien, por cierto, se le ha dicho de todo y, a veces, con razón.

Además de altos, nuestros jurisconsultos más escogidos quieren ser también guapos, y eso es difícil cuanto te llaman de todo menos bonito. Son señores a quienes las críticas se les atragantan. Entienden perfectamente que el respetable ponga a caer de un burro al Gobierno o diga que los diputados curran menos que el ángel de la guarda, pero no pueden admitir máculas en sus togas, porque creen representar a un poder muy principal, al que la providencia ha encomendado la vigilancia del sistema con una venda en los ojos para ponérselo más difícil. Son humanos, sí, pero a su pesar.

Como para lavar su imagen no pueden hacer como El Pocero, que le dices que está gordo y te pone veinte querellas, una por cada kilo de más -bien lo sabe Cayo Lara-, los portadores de la balanza han decidido pasar al contraataque y convocar a la prensa internacional más prestigiosa, para explicar a sus corresponsales que ellos no son un instrumento del fascismo, aunque sí lo fueran sus antecesores hasta que se jubilaron a la edad reglamentaria. Conscientes de que sus acciones cotizan a la baja, tratan de evitar que se recorte su crédito, que es de lo que viven al fin y al cabo.

La insólita cita está prevista para mañana. El Supremo va a dejárselo muy claro a los periodistas de The New York Times, The Guardian, Le Monde o Le Soir. Les explicará que contra Garzón no hay nada personal y que la ley es igual de dura para todos. El problema vendrá si alguien pregunta cuál hubiera sido el camino recto para investigar los crímenes del franquismo. ¿Qué se les dirá entonces? Pues que en este país la impunidad de algunos asesinos también se regula por ley.

Nota: El Supremo ha comunicado que suspende la reunión con la prensa por exceso de periodistas y que, a cambio, les facilitará un dossier. La pregunta quedará sin formular.

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