Tierra de nadie

La invasión alienígena

Stephen Hawking ha venido a advertirnos de que no juguemos con fuego y que dejemos de apuntarnos con el dedo en el espacio, no vaya a ser que la vida inteligente que buscamos nos vea y terminemos maldiciendo la hora en la que pensamos en esa cita a ciegas con música de Encuentros en la Tercera Fase. A uno le parece que el físico se equivoca en el análisis, ya que el problema no es que seamos detectados por formas de vida inteligentes sino por otras más parecidas a la nuestra, donde la inteligencia es una rareza similar a ET y su dedo luminoso. En ese caso sí que estaríamos perdidos.

Esta ausencia radical de inteligencia se manifiesta a nuestro alrededor de múltiples maneras. En Badalona, por ejemplo, ha adoptado la forma de un reparto de panfletos del PP en los que se incluían referencias poco amistosas hacia los rumanos de etnia gitana, a los que se identificaba como maleantes contumaces y se les invitaba, de paso, a poner rumbo a Bucarest antes del amanecer. Se dirá, y con razón, que es poco inteligente que el principal partido de la oposición se dedique a confeccionar propaganda xenófoba o que tenga entre sus filas a un concejal, Xavier García Albiol, que crea que un inmigrante es un delincuente con don de lenguas, aunque nada de esto sea lo más relevante del caso.

Lo que denota una dramática carencia neuronal es el reconocimiento de la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho, de que no había leído el díptico que estaba repartiendo. Puede que esté faltando a la verdad, y que, pillada in fraganti, nos tome por simples descerebrados que aceptaremos cualquier disculpa; pero cabe la posibilidad de que sea cierto lo que nos dice, y que, realmente, la senadora se dedicó a distribuir por la calle un papel que no había leído con el que pretendía convencernos de algo que ella misma desconocía. En este caso estaríamos ante alguien escasamente inteligente que toma a los demás por imbéciles.

Volviendo al principio, el encuentro con vidas inteligentes sería saludado como una bendición del cielo. Al principio no extrañaría, acostumbrados como estamos a lidiar con la estulticia. Pero tampoco hay que descartar que hayamos sido ya invadidos por formas de vida similares a la nuestra. Quizás por eso algunos de nuestros políticos nos parecen vulgares marcianos.

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