Tierra de nadie

¿Qué hacemos si ETA se rinde?

Quienes tengan a Mayor Oreja como arúspice, sepan que disponen de nuevos ingredientes para aventurar una nueva negociación del Gobierno con ETA. A saber: la declaración de la izquierda abertzale en Pamplona en la que, sin pedir la desaparición de la banda, criticaba sus acciones terroristas; los rumores acerca de una tregua inminente; la excarcelación de Díez Usabiaga, dirigente de LAB, para cuidar de su madre, que bien visto puede ser el nombre en clave del hipotético proceso; y la fuga de De Juana de Belfast, ya sea para asesorar a los negociadores o para oponerse a ellos con armas y bagajes.

Fantasías al margen, lo cierto es que el final de ETA se vislumbra cada vez más cercano en el horizonte, y habría que estar preparados, no vaya a ser que un día de estos decida entregar las armas y no haya nadie allí para recogerlas. Todos los datos apuntan hacia ese desenlace. De un lado, el presumible desconcierto de la dirección etarra por el constante acoso policial al que está sometida y que ha debilitado todas sus estructuras; y de otro, la presión cada vez más importante que ejerce sobre ella el núcleo de lo que en su día fue Batasuna para que abandone la violencia, asunto en el que la izquierda abertzale se juega su propia supervivencia política.

Desde el Gobierno se contemplan los movimientos con cautela. Su estrategia es la de esperar y ver, mientras estrecha el cerco legal para que nadie pueda reclamar en las urnas la herencia de Batasuna. Presionando al que presiona confía en acelerar lo inevitable. No cabe esperar un proceso similar al que ETA malogró hace tres años porque el horno no está para esos bollos ni la sociedad lo entendería. Hemos llegado a considerar al terrorismo doloroso pero soportable. Sólo habrá diálogo cuando los terroristas entreguen sus pistolas.

¿Que qué ocurrirá si lo hacen? Pues que habrá que poner en práctica la tantas veces proclamada generosidad de la democracia, y escenificar un final que permita a la banda obtener algún triunfo relacionado con sus presos para conjurar posibles escisiones. Convendría contar con el PP, si es que sigue en la oposición, porque sin su complicidad lo de Alcaraz y sus manifestaciones semanales se antoja un simulacro. Claro que estamos vendiendo la piel antes de cazar al oso. Y este oso no es Mitrofán.

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